Un avance significativo en la última década ha sido el desarrollo de biomarcadores que permiten identificar la enfermedad antes de que los síntomas motores sean evidentes.
Los avances investigativos están transformando tanto el diagnóstico temprano como los tratamientos disponibles del párkinson en Puerto Rico. En una entrevista exclusiva, el Dr. Ángel Viñuela, neurólogo e investigador especializado en párkinson, compartió los progresos más recientes y cómo estos pueden ralentizar la progresión de esta enfermedad neurodegenerativa.
El párkinson es una enfermedad que afecta a millones de personas en todo el mundo, y el diagnóstico temprano se ha convertido en un elemento crucial para tratarla con éxito. Según el Dr. Viñuela, los primeros síntomas pueden pasar desapercibidos o atribuirse a otras afecciones comunes.
"El párkinson comienza mucho antes de que los síntomas sean evidentes. Entre los primeros indicios se encuentran el estreñimiento, la depresión o los trastornos del sueño, que suelen ser malinterpretados o ignorados por los pacientes", explicó el especialista. Sin embargo, cuando el temblor y la lentitud en los movimientos se manifiestan, las personas suelen acudir al médico en busca de respuestas.
Un avance significativo en la última década ha sido el desarrollo de biomarcadores que permiten identificar la enfermedad antes de que los síntomas motores sean evidentes.
"Actualmente, los estudios con biomarcadores en sangre y líquido cefalorraquídeo están mostrando resultados prometedores. Estos avances nos permitirán diagnosticar a los pacientes mucho antes y ofrecerles tratamientos más eficaces en las primeras etapas de la enfermedad", añade.
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Aunque los síntomas motores, como el temblor o la rigidez muscular, son los más conocidos, el Dr. Viñuela reconoce que una gran cantidad de síntomas no motores afectan profundamente la calidad de vida de los pacientes.
"El párkinson no solo impacta el sistema motor. Muchos pacientes experimentan problemas cognitivos, trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la apatía, y dificultades para dormir", explica. Estas alteraciones no solo complican el día a día de quienes padecen la enfermedad, sino que también son difíciles de gestionar en términos médicos.
Entre los síntomas más comunes, se encuentran los trastornos del sueño, que incluyen desde dificultades para conciliar el sueño hasta pesadillas recurrentes. Asimismo, los problemas digestivos, como la gastroparesia o el estreñimiento, y las disfunciones urinarias son muy frecuentes.
"Todo esto convierte al Parkinson en una enfermedad multisistémica, afectando no solo al cerebro, sino a muchas otras funciones corporales", señala.
El Dr. Viñuela destaca que, aunque esta condición es progresiva, hay tratamientos en constante evolución que mejoran la vida de los pacientes.
"La levodopa sigue siendo uno de los tratamientos más eficaces para controlar los síntomas motores. Sin embargo, con el tiempo, su efecto puede volverse errático y generar complicaciones, como las discinesias (movimientos involuntarios) o la fluctuación de los síntomas", indica.
En este sentido, uno de los avances más recientes es la aprobación de nuevos medicamentos en Estados Unidos, diseñados para prolongar el efecto de la levodopa y ofrecer a los pacientes una mayor estabilidad a lo largo del día. "Estos fármacos permiten que los pacientes que toman levodopa puedan experimentar menos fluctuaciones en sus síntomas y mejorar su calidad de vida", asegura el neurólogo.
Además, la llegada de tratamientos avanzados, como las bombas subcutáneas que administran la medicación de manera continua, reducen las fluctuaciones motoras. "Estas innovaciones nos acercan a un manejo más estable del párkinson, algo que es esencial para que los pacientes puedan mantener su independencia por más tiempo", añade.
La cirugía de estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés) es una de las opciones más efectivas para aquellos pacientes que ya no responden adecuadamente a la medicación. Este procedimiento ha mostrado resultados positivos, especialmente en pacientes con síntomas severos, como temblores que no se controlan con levodopa.
"Este tratamiento consiste en implantar electrodos en áreas específicas del cerebro que regulan el movimiento, mejorando así los síntomas motores. Es importante seleccionar cuidadosamente a los candidatos, ya que no todos los síntomas mejoran con la cirugía. Sin embargo, en los casos adecuados, DBS puede mejorar significativamente la calidad de vida".
El párkinson afecta mayoritariamente a personas mayores de 60 años, aunque su aparición puede darse antes en algunos casos. Los factores genéticos y ambientales juegan un rol importante en el desarrollo de la enfermedad, aunque aún no se conocen con exactitud las causas definitivas.
"Los factores genéticos están mejor definidos en los últimos años, con varios genes identificados que aumentan el riesgo de padecer párkinson", explica el neurólogo. No obstante, enfatiza que estos genes no siempre garantizan el desarrollo de la enfermedad: "Hay personas que portan genes asociados al párkinson y nunca llegan a manifestar síntomas".
En cuanto a los factores ambientales, estudios recientes sugieren una relación entre la exposición a pesticidas y otros tóxicos y un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. "No es una prueba concluyente, pero sí hay indicios fuertes de que la exposición a ciertas sustancias podría aumentar el riesgo".
Para reducir el riesgo, el especialista recomienda mantener un estilo de vida saludable, con especial atención a la actividad física, el control del sueño y la alimentación. "El ejercicio regular y la socialización son esenciales para mantener el cerebro sano y retrasar la aparición de enfermedades neurodegenerativas", afirma.