El cultivo de las heridas determinó la presencia de Propionibacterium acnes en las lesiones.
Un paciente masculino de 17 años, que había sido tratado previamente por COVID-19 y una neumonía, acudió al servicio de urgencias por fatiga y dolor articular tras 5 semanas de haber confirmado positivo por coronavirus.
El diagnóstico inicial fue síndrome de larga duración post COVID-19, sin embargo, se presentó en el centro médico nuevamente una semana después con problemas de atención causados por dolores en todo el cuerpo, fiebre, disminución del apetito y cefaleas.
Diagnóstico tardío
El paciente fue atendido en la consulta sin la presencia de sus padres, debido a la reciente exposición a un individuo con COVID-19 positivo confirmado, y llevó una mascarilla durante toda la visita según el protocolo. Los protocolos de uso de mascarilla y aislamiento explicaron la evaluación deficiente de la piel del paciente, señalaron los investigadores, en la que el diagnóstico inicial considerado fue acné vulgar con una infección estafilocócica secundaria.
"La piel del paciente destacaba por nódulos hemorrágicos, ulcerativos y gravemente dolorosos con lesiones de aspecto pustuloso. Las lesiones eran difusas y se observaban en la frente, las zonas temporales bilaterales, las mejillas bilaterales, la barbilla, la región submandibular, el tórax y la espalda", señalaron.
Al considerar los hallazgos diferenciales dentro de los subgrupos conocidos del acné vulgar (acné que no responde, acné conglobata y acné fulminans), los síntomas sistémicos y las manifestaciones clínicas llevaron a los expertos a considerar el acné fulminans (AF) como posible diagnóstico.
Debido a la naturaleza agresiva de las lesiones ulcerosas hemorrágicas, el paciente fue sometido a un análisis de sangre y cultivo de la herida para dar inicio al tratamiento y consultar con un dermatólogo.
Infección en las lesiones cutáneas
El panel metabólico completo fue normal, pero el informe del cultivo de la herida reveló que la muestra era positiva para Propionibacterium acnes, con múltiples organismos adicionales presentes, lo que confirmó el diagnóstico de AF.
Tras señalar que el tratamiento médico del AF debe ser rápido para reducir el proceso inflamatorio y disminuir el riesgo de cicatrización, los investigadores afirman que es imprescindible que el médico realice una anamnesis y una exploración física minuciosas, ya que el tratamiento de la enfermedad difiere significativamente del del acné grave.
Sobre el acné fulminans
Se caracterizado como una forma rara de acné vulgar y se suele confundir con otras infecciones cutáneas, lo que contribuye a retrasar el tratamiento y al riesgo de cicatrices y angustia psicológica en los pacientes. Un reciente informe de un caso publicado en Journal of Pediatric Health Care pretendía comprender las manifestaciones clínicas de la enfermedad, que afecta principalmente a pacientes adolescentes, así como las estrategias de tratamiento para los médicos pediatras de atención primaria.
"La aparición repentina de lesiones ulcerosas hemorrágicas que afectan a la espalda, el tórax y la cara es patognomónica de AF. Si no se trata, la afección evoluciona e incluye signos sistémicos como fiebre, leucocitosis, anemia, hepatoesplenomegalia, mialgia y artralgia", explican los investigadores.
En la actualidad, el tratamiento recomendado para la FA es el inicio rápido de corticosteroides orales para disminuir el proceso inflamatorio, con una duración de la terapia que suele requerir de 3 a 4 meses para lograr resultados óptimos. Otras opciones de tratamiento respaldadas por la literatura incluyen la aspirina, la ciclosporina cuando la FA es resistente o no responde a la isotretinoína, y otros tratamientos antibióticos debido a sus propiedades antiinflamatorias.
Secuelas físicas y psicológicas
Según los investigadores, además del tratamiento de los síntomas físicos, debe evaluarse el impacto psicológico de la AF, ya que las lesiones pueden tener un profundo impacto negativo en las relaciones interpersonales de los adolescentes.
"Los médicos deben tener en cuenta no sólo la salud psicológica del paciente, sino también su capacidad para hacer frente a los elementos desfigurantes de la enfermedad, y evaluar y apoyar en consecuencia. Dedicar tiempo a evaluar el bienestar emocional y psicológico del paciente debería considerarse la norma de atención al paciente con acné, en particular al paciente con AF", escribieron.
La importancia de la detección oportuna
Para los autores, los hallazgos del informe del caso indican la importancia de que los proveedores de atención primaria pediátrica se sientan cómodos tratando el acné leve a moderado para prevenir la progresión a una enfermedad grave, con un tratamiento que incluya la gestión de los síntomas tanto físicos como psicológicos, particularmente en las formas más graves, como la AF.
"Los clínicos deben seguir siendo muy conscientes de los retos que suponen el uso de mascarillas y los encuentros distanciados y, a pesar de ellos, asegurarse de completar evaluaciones físicas exhaustivas. En conjunto, estos cambios pueden mejorar la atención de los niños con todas las formas de acné."
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