El síndrome aórtico agudo, es una emergencia médica subdiagnosticada que puede simular otras patologías comunes. Su detección temprana y el uso de estrategias diagnósticas selectivas permiten iniciar el tratamiento de forma oportuna y salvar vidas.
El síndrome aórtico agudo (SAA) abarca tres afecciones graves: la disección aórtica aguda, el hematoma intramural y la úlcera penetrante.
Todas ellas comparten una característica común: la alteración súbita e inesperada de la integridad de la aorta torácica. Si no se detectan y tratan a tiempo, pueden provocar la muerte en cuestión de horas.
El gran desafío clínico es que sus síntomas pueden confundirse fácilmente con otras patologías mucho más prevalentes, como el síndrome coronario agudo, el reflujo gastroesofágico o incluso un ataque de pánico.
El dolor torácico es el principal síntoma de presentación del SAA, aunque no es exclusivo ni específico. Para elevar el nivel de sospecha diagnóstica, se recomienda buscar "dolor torácico más uno":
Dolor de inicio súbito, desgarrador o migratorio.
Dolor de espalda o abdominal.
Síncope.
Déficit neurológico agudo.
Diferencia significativa en la presión arterial entre brazos.
Déficit de pulsos periféricos.
Soplo de insuficiencia aórtica.
Hipotensión o shock.
En presencia de uno o más de estos signos o síntomas, especialmente en pacientes con factores de riesgo, es imperativo descartar un SAA.
El SAA es raro, con una incidencia estimada de 4,8 por cada 100.000 personas al año. Afecta más comúnmente a hombres mayores de 60 años y se asocia con factores de riesgo como hipertensión arterial, síndrome de Marfán, aneurismas aórticos conocidos o intervenciones previas en la aorta. La disección aórtica representa aproximadamente el 75 % de los casos.
El diagnóstico de SAA a menudo se omite en el departamento de urgencias. Su presentación clínica puede parecerse a enfermedades más frecuentes, lo que lleva a diagnósticos erróneos como síndrome coronario agudo, embolia pulmonar o accidente cerebrovascular.
Este error de diagnóstico retrasa la cirugía en casos de disección tipo A, duplicando la tasa de mortalidad. Una intervención en las primeras 4 horas puede reducir la mortalidad al 20 %, frente a un 67 % si se realiza entre 8 y 12 horas después del inicio de los síntomas.
El diagnóstico definitivo del SAA se realiza mediante angiografía por tomografía computarizada (angio-TC), especialmente con sincronización electrocardiográfica.
También se puede utilizar la resonancia magnética o la ecocardiografía transesofágica. Sin embargo, estos estudios implican costos y riesgos, por lo que deben reservarse para pacientes con una probabilidad no despreciable de SAA.