Expertos forenses coinciden en que la pérdida extrema de sangre causó un shock fatal.
Jesucristo, figura central en la historia de Occidente, fue víctima de una ejecución brutal. Según los evangelios y diversos estudios, antes de ser crucificado fue flagelado con instrumentos diseñados para desgarrar la piel, lo que dejó su espalda gravemente herida.
También fue coronado con espinas, golpeado y obligado a cargar un madero pesado. Para el momento de la crucifixión, su cuerpo estaba ya profundamente deteriorado, en un estado casi irreconocible.
En esta Semana Santa, tiempo en el que millones de personas en el mundo recuerdan la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, han surgido múltiples reflexiones desde distintas disciplinas. No solo la teología ha abordado el tema: también la medicina, la arqueología y estudios como los realizados a partir de la Sábana Santa de Turín han intentado comprender, desde una mirada más empírica, lo que realmente sucedió.
El Dr. Iván Lladó, cardiólogo y diácono, ha dedicado parte de su investigación a estudiar el sufrimiento físico de Jesús a la luz de los textos bíblicos y los hallazgos médicos. Según explica, existen teorías sustentadas en evidencia clínica sobre cada etapa del padecimiento. Una de ellas se refiere al momento en Getsemaní, cuando Jesús, en un estado de angustia profunda, habría sudado sangre.
"Precisamente en esta Semana Santa que estamos viviendo, la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, se ha escrito mucho sobre el tema, ya sea en artículos médicos, revistas científicas, estudios arqueológicos o investigaciones sobre la Sábana Santa de Turín", manifestó.
El especialista señala que se han planteado varias teorías sobre la muerte de Jesús y los efectos de todo lo que sufrió. Uno de los momentos que más atención ha recibido es el ocurrido en el huerto de Getsemaní, donde, según el evangelio de Lucas, Jesús oraba con insistencia y sudó gotas de sangre que caían hasta el suelo.
"Este no es un símbolo poético, como a veces se cree. Lo que narra el evangelio de Lucas sobre el sudor de sangre tiene respaldo médico, se trata de un fenómeno real llamado hemohidrosis, que ocurre cuando una persona está sometida a un nivel extremo de estrés o sufrimiento emocional. La sangre brota a través de los poros, mezclada con el sudor, debido a la rotura de pequeños vasos sanguíneos en las glándulas sudoríparas" añade.
A partir de ese momento, afirma, comienza un proceso de tensión extrema, pérdida de sangre y desgaste progresivo. La noche anterior a la crucifixión, Jesús fue golpeado; más tarde, flagelado con instrumentos diseñados para desgarrar la piel, y obligado a cargar un madero pesado, con una corona de espinas sobre la cabeza. Su cuerpo, ya sangrante, estaba en un estado crítico.
"Desde una perspectiva médica, la muerte de Jesús no fue inmediata ni producto de una única causa. Se trató de un proceso prolongado de deterioro físico, con pérdida importante de sangre, daño muscular severo, deshidratación y, finalmente, un cuadro compatible con asfixia por suspensión, que es lo que se produce al colgar en la cruz", añade el cardiólogo.
Por otra parte, el experto explicó que lo ocurrido en Getsemaní puede entenderse médicamente como una respuesta física a un nivel extremo de angustia. El término clínico, conocido como hemohidrosis, describe una condición en la que los capilares que rodean las glándulas sudoríparas se rompen debido a un estrés intenso, haciendo que la sangre se mezcle con el sudor y salga por los poros.
"Es una angustia, un estrés de todo lo que Él, como Hijo de Dios, sabía que iba a enfrentar. Un sacrificio que, quizás, muchos no aceptarían, que algunos incluso dudarían o cuestionarían", expresó el Dr. Lladó. Esa conciencia, dijo, fue suficiente para producir una reacción física real, con pérdida de sangre incluso antes de ser arrestado.
El sufrimiento continuó de inmediato. Jesús no fue capturado con calma: fue sujetado, encadenado, empujado y maltratado desde el primer momento. Luego vino la flagelación. Amarrado a una columna, fue azotado por dos soldados, uno a cada lado, con flagelos de cuero rematados con huesos y trozos de metal.
"Los golpes eran tan fuertes que desgarraban la piel, exponían el músculo, incluso el hueso. No eran solo heridas superficiales, la carne se desprendía", explicó el médico. Algunos estudios señalan que, aunque se habla de 40 latigazos, los romanos podían exceder ese número. No eran pocos los que morían solo por esta causa.
Desde una mirada médica, ese nivel de castigo habría generado un sangrado tan abundante que pudo haber inducido un choque hipovolémico, una condición crítica que reduce la presión arterial y puede causar desmayo o coma. La pregunta de cómo Jesús soportó tanto tormento sin colapsar es constante en los estudios clínicos.
"Una persona promedio hoy no resistiría ese castigo. Un luchador de más de seis pies y 150 libras no lo aguantaría. ¿Cómo lo resistió Jesús? Solo su divinidad pudo sostenerlo, pero en lo humano, lo sufrió todo", aseguró el especialista, quien ha dedicado años al estudio médico de la pasión.
También hizo referencia a la coronación de espinas. A diferencia de lo que se suele imaginar, no fue una simple corona, sino más bien un casquete con espinas de unos cinco centímetros que perforaban el cuero cabelludo, una zona altamente irrigada. El sangrado fue inevitable.
"Los soldados lo golpeaban en la cabeza, lo que hacía que esas espinas se clavaran más y más en la piel. Según el Evangelio de Mateo, esto formaba parte del escarnio que sufrió antes de la crucifixión", indicó.
Más allá de la medicina, desde la teología, esa coronación representa los pensamientos oscuros del ser humano: el odio, la maldad, el resentimiento, la guerra, la trata de personas. La herida de la cabeza simboliza el dolor que Cristo asume por los pecados que brotan del corazón.
También se recuerda lo dicho en Isaías: le jalaron la barba, quizás hasta se la arrancaron, y su rostro quedó desfigurado. Muchos no podían reconocerlo. Parecía cualquier cosa, menos un ser humano.
Desde la fortaleza Antonia hasta el Gólgota, Jesús cargó el patíbulo (la parte horizontal de la cruz) que pesaba entre 80 y 110 libras. El trayecto era de unas 650 yardas. Algunos estudiosos consideran que, al caer, se golpeó el pecho con esa madera, lo que pudo haber causado un trauma cardíaco. "Ese golpe en el corazón podría haber causado una ruptura en el músculo cardíaco, lo que se considera una de las posibles causas finales de su muerte", agrega.
El sacrificio de Jesús, con todo su dolor físico y espiritual, es visto por los creyentes como el acto redentor por excelencia. "Por eso decimos ´te adoramos, Jesús, y te glorificamos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo´", recordó el doctor.
Respecto a la flagelación, el galeno destacó que esta práctica consistía en azotar a la víctima atada a un poste, utilizando un flagelo con fragmentos de hueso y metal que desgarraban profundamente la piel. A menudo, las víctimas no solo sufrían de lesiones externas, sino que la pérdida masiva de sangre podía llevar a un choque hipovolémico, un colapso circulatorio causado por la falta de sangre.
Aunque algunos estudios médicos se han centrado en el hecho de que la resistencia de Jesús a tales tormentos es inhumana, se atribuye a su naturaleza divina, lo que le permitió sobrevivir a un sufrimiento tan extremo.
"La piel se despellejaba, sangraba profundamente, y se exponían los músculos y los huesos. Esto era tan grave que a veces las víctimas morían de la flagelación. En algunos casos, la pérdida masiva de sangre provocaba un choque hipovolémico, reduciendo la presión arterial y llevando a la persona a un estado de inconsciencia o coma", explicó.
Luego, al hablar de la crucifixión, el experto mencionó que esta práctica, originada por los persas y adoptada por los romanos, se utilizaba principalmente para castigar a esclavos y criminales. Jesús fue sometido a esta forma de ejecución, donde se le clavaron clavos de 7 pulgadas en las muñecas y pies, atravesando los huesos carpianos.
A través de estos clavos, el dolor se incrementaba enormemente, especialmente porque tocaban nervios importantes, como el mediano, lo que causaba un sufrimiento extremo. Este trauma, a menudo, resultaba en lo que se llama un choque neurogénico, un colapso causado por el dolor tan intenso.
"Se cree que el clavo pasaba por el nervio mediano, lo que causaba un dolor tan intenso que algunas víctimas morían a causa del choque del dolor. Esto podría haber sido suficiente para causar que una persona colapsara debido a la intensidad del sufrimiento."
Esto, unido a la posición fija en la que quedaba el cuerpo durante la crucifixión, alteraba la respiración y provocaba espasmos musculares y calambres, que a menudo resultaban en sofocación y muerte. Aunque la crucifixión de Jesús fue relativamente rápida, algunos estudios sugieren que su muerte podría haber sido acelerada por un golpe al corazón o un shock cardiovascular, como resultado de la pérdida de sangre y la falta de oxígeno.
"La posición vertical de la cruz y el peso del cuerpo sobre los clavos provocaba una tensión extrema en los músculos y las articulaciones. A medida que pasaba el tiempo, la víctima sufría calambres y espasmos musculares severos, lo que alteraba el ciclo respiratorio y, en muchos casos, causaba la muerte por sofocación."
Asimismo, el cardiólogo hizo énfasis en un momento particular de la Pasión: la lanzada final. Según explicó, el centurión traspasó a Jesús por el costado derecho, no en el lugar donde muchas representaciones suelen ubicar la herida, sino más hacia el costado bajo. Este impacto atravesó el pulmón y alcanzó el hemopericardio, una bolsa que recubre el corazón y que ya contenía sangre. Como el corazón se encontraba en fallo cardíaco, también había acumulación de agua en los pulmones.
"Por eso es que dice sangre y agua, porque lo primero que traspasó fue el pulmón —donde se había acumulado líquido por el fallo cardíaco— y luego el hemopericardio, que tenía sangre. Médicamente, la palabra lo confirma", aseguró el experto.
Desde esta perspectiva, el especialista sostuvo que esa mezcla de sangre y agua que menciona el evangelio de San Juan tendría una explicación fisiológica coherente, a pesar de que Jesús ya había muerto. En condiciones normales, la sangre se habría coagulado y no debería haber fluido, pero el caso de Jesús es distinto: aunque parecía muerto, su corazón seguía vivo.
"El Hijo de Dios, su corazón aunque parecía que estaba muerto, estaba vivo. De ahí nace la Iglesia. Con el lanzazo nace la Iglesia, nacen los sacramentos, nace la Eucaristía, nace el Bautismo", expresó con convicción.