Dolor, fe e impacto cerebral: La neuropsicología detrás de los rituales religiosos de Semana Santa

Durante la Semana Santa, miles de fieles en distintas regiones del mundo realizan actos de penitencia que van mucho más allá de la oración.

Laura Guio

    Dolor, fe e impacto cerebral: La neuropsicología detrás de los rituales religiosos de Semana Santa

    Procesiones, ayunos, autoflagelación, uso de cilicios e incluso crucifixiones simbólicas forman parte de un ritual que conecta cuerpo, fe y espiritualidad. Aunque estas prácticas han sido motivo de controversia dentro de la Iglesia Católica, muchas comunidades las sostienen como expresiones de fervor religioso e identidad cultural.

    Desde el siglo XI, la autoflagelación se ha documentado como una práctica de penitencia dentro del cristianismo. Consiste en infligir dolor físico golpeando el cuerpo con un instrumento conocido como "disciplina". 

    En el marco de la Semana Santa, la revista Medicina y Salud Pública conversó exclusivamente con el Dr. Ángel Alemán, especialista en neuropsicología, analiza cómo el cerebro humano interpreta el dolor en el contexto de rituales religiosos como la autoflagelación y el ayuno. Desde el impacto emocional hasta la tolerancia al sufrimiento, la ciencia ofrece una mirada reveladora sobre estas prácticas ancestrales.

    Una mirada desde la neuropsicología

    ¿Qué ocurre en el cerebro de una persona que decide someterse a estos rituales? ¿Cómo es posible que alguien tolere el dolor voluntariamente sin manifestar signos de sufrimiento extremo?

    El Dr. Alemán, aborda cómo distintas áreas del cerebro intervienen en este tipo de experiencias religiosas. Según explica, el dolor no es solo una señal física, sino una experiencia interpretada por el cerebro según el contexto emocional, simbólico y espiritual.

    "Hoy en día existe una disminución en cuanto al uso del tipo de autoflagelación como penitencia, pero aún se observa en regiones de Latinoamérica y España. En estudios con resonancia magnética, hemos visto cómo el sistema límbico y el lóbulo frontal, que regulan emociones y atención, modulan la percepción del dolor", explicó Alemán.

    En estos estudios, se ha identificado que cuando una persona creyente es expuesta a símbolos religiosos —como un crucifijo o una imagen sagrada— mientras se le induce dolor, ciertas regiones cerebrales muestran menor activación ante el estímulo doloroso.

    "Se observó que en la corteza prefrontal dorsolateral hay una disminución del dolor percibido cuando personas católicas están expuestas a elementos religiosos. La fe actúa como una forma de anestesia emocional", comentó el especialista.

    El papel del significado: ¿menos dolor o más tolerancia?

    Uno de los hallazgos más reveladores es que el dolor en estos contextos no necesariamente disminuye, sino que se vuelve más tolerable.

    "El cerebro no elimina el dolor, pero sí puede reinterpretarlo. Cuando una persona le da un significado espiritual o simbólico a lo que está experimentando, el dolor se percibe de manera diferente", explica el Dr.  Alemán, el sufrimiento puede ser resignificado como redención, sacrificio o incluso conexión divina.

    Esto se alinea con teorías clásicas como la del Gate Control (control de compuerta), que establece que la percepción del dolor puede ser modulada por factores emocionales, cognitivos y de atención. Según esta teoría, lo que pensamos, sentimos y creemos puede abrir o cerrar "puertas" neuronales que controlan la intensidad del dolor que llega al cerebro.

    "Hay teorías del dolor desde 1965 que explican cómo la emoción, la atención y el significado que damos al dolor pueden cambiar nuestra percepción. El sistema límbico, el lóbulo frontal, y otras regiones como la ínsula o el circuito de Papez, están involucradas en este proceso", añadió.

    El manejo del terror y el sentido del sufrimiento

    Otra explicación que aporta el Dr. Alemán proviene de la teoría del Manejo del Terror, desarrollada por los psicólogos Sheldon Solomon y Jeff Greenberg. Esta teoría sostiene que los rituales religiosos dolorosos permiten afirmar las creencias personales y, con ello, reducir el miedo a la muerte.

    "Estas prácticas pueden afirmar el propósito de vida de una persona, reducir su ansiedad existencial e incluso modificar la interpretación del dolor, haciéndolo más tolerable", apuntó el neuropsicólogo. "Es probable que, al reafirmar su fe mediante el dolor, estas personas aumenten su tolerancia y reduzcan el sufrimiento percibido."

    Este enfoque ayuda a entender por qué algunos individuos son capaces de soportar niveles extremos de malestar físico sin descomponerse emocionalmente, como sucede en algunos rituales de iniciación monástica o peregrinaciones religiosas.

    "Hay estudios sobre monjes que soportan dolor extremo durante sus prácticas. La clave parece ser el significado: cuando creen que ese dolor es parte de un propósito mayor, su cerebro lo modula de forma diferente", indicó Alemán.

    El ayuno como herramienta espiritual y cerebral

    Además del dolor físico, la privación voluntaria de alimentos es otra práctica común durante la Semana Santa. Según Alemán, el ayuno no solo tiene beneficios físicos, sino también psicológicos y espirituales, siempre y cuando sea controlado.

    "La ciencia no relega el impacto del ayuno. Se ha visto que, cuando está cargado de significado, puede brindar mayor claridad mental y regulación emocional", dijo. "No es lo mismo ayunar por falta de comida que hacerlo como parte de una búsqueda espiritual."

    En estos casos, la percepción del acto y su vínculo con valores trascendentales pueden activar respuestas positivas en el cerebro, mejorando la gestión emocional, la concentración y la introspección.

    "La percepción del evento me permite regular mi sistema límbico, mi sistema emocional, para responder de manera adecuada", concluyó el especialista.


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