Las señales como el olor o la vista de estos alimentos generan respuestas automáticas, como el aumento en la saliva y la actividad gástrica. Además activa el sistema de recompensa cerebral, liberando dopamina.
Intentar comer de manera saludable no siempre es fácil. Aunque queramos consumir más frutas y verduras, la comida rica en grasas, azúcar y sal suele ser más tentadora. Esta preferencia tiene una explicación en nuestra evolución: en el pasado, los alimentos con alto contenido calórico eran difíciles de encontrar, por lo que nuestro cerebro aprendió a valorarlos.
Hoy, esos alimentos están por todas partes, y la publicidad los hace aún más deseables, activando nuestro sistema de recompensa cerebral, lo que genera una necesidad intensa de consumirlos.
Respuesta biológica del cuerpo humano a los "antojos"
Los antojos de comida son impulsos muy fuertes que nos hacen desear un alimento en particular, generalmente alto en grasa, azúcar o sal. Estas señales, como un olor delicioso o un anuncio atractivo, desencadenan respuestas automáticas en el cuerpo.
Aumentan la producción de saliva y la actividad del estómago, preparándonos para comer. Además, activan el sistema de recompensa del cerebro al liberar dopamina, el neurotransmisor responsable de hacernos sentir placer. Estas respuestas, profundamente arraigadas, son difíciles de controlar, lo que explica por qué resulta complicado resistir los antojos.
Si bien nuestras reacciones físicas a estas señales son automáticas, la decisión de ceder o no al antojo depende de varios factores. A veces, consideramos el precio o la disponibilidad del alimento, o nos preguntamos si comerlo está alineado con nuestros objetivos de salud.
Sin embargo, suele ser difícil priorizar los beneficios a largo plazo de una alimentación saludable frente al placer inmediato de consumir algo que se nos antoja. El estrés también juega un papel importante, ya que cuando estamos estresados, tendemos a comer más, eligiendo porciones más grandes y subestimando el contenido calórico de lo que comemos.
Un aspecto interesante es que, cuando nos surge un antojo, solemos buscar un tipo específico de alimento. Si, por ejemplo, ves un anuncio de papas fritas, es probable que no te satisfaga comer algo dulce; tu cuerpo querrá algo salado. Esto muestra que nuestros antojos no son generales, sino que responden a categorías específicas de alimentos.
Además de los factores externos, nuestra genética y nuestro historial alimentario juegan un rol importante en la intensidad de nuestros antojos. Algunas personas tienen mayor sensibilidad a las señales alimentarias y, por tanto, les resulta más difícil controlar estos impulsos. Si el alimento está fácilmente disponible, es más probable que cedamos al antojo, incluso si no estamos particularmente hambrientos.
Aunque no podemos controlar las señales del entorno, sí podemos tomar algunas medidas para resistir mejor los antojos. Lo primero es reconocer que tenemos un antojo y pensar en una forma más saludable de satisfacerlo.
Por ejemplo, si te apetecen papas fritas, podrías optar por nueces ligeramente saladas. Si tienes un antojo de algo dulce, la fruta puede ser una buena opción.
Otra estrategia es evitar hacer compras cuando tienes hambre, ya que esto aumenta la probabilidad de comprar alimentos poco saludables. Tener a mano frutas y verduras en casa, visibles y accesibles, también puede ayudarte a hacer mejores elecciones.
Además, es útil eliminar o reducir la presencia de alimentos ultraprocesados en tu entorno, para que no sean una tentación constante.
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