La eutanasia es una decisión consciente, enfocada en aliviar el sufrimiento extremo mediante intervención médica y legal. En contraste, el suicidio suele surgir de desesperación y falta de esperanza, frecuentemente influenciado por una depresión grave.
Actualmente, los temas de eutanasia y suicidio han suscitado un debate intenso y multifacético. Aunque ambos conceptos pueden parecer similares en la superficie, sus diferencias son significativas tanto desde una perspectiva ética como psicológica.
En el marco de la conmemoración del mes de la prevención del suicidio, y para esclarecer estas distinciones, desde la Revista MSP conversamos con el Dr. José Pons, especialista en psicología clínica y expresidente de la Universidad Carlos Albizu.
La eutanasia y el suicidio, aunque ambos implican el final de la vida, difieren fundamentalmente en su contexto y en la manera en que se abordan.
La eutanasia es una decisión deliberada y ética, tomada con un enfoque médico y legal en situaciones donde el sufrimiento es intolerable y se busca aliviar el dolor de manera compasiva. Por otro lado, el suicidio es una acción que a menudo surge de un estado de desesperación y falta de esperanza, en el cual la persona puede estar influenciada por una depresión profunda y debilitante.
La eutanasia, a menudo definida como la acción de terminar con la vida de una persona para aliviar su sufrimiento, se distingue del suicidio en varios aspectos importantes.
"La definición de eutanasia, por una parte, es que es una intervención deliberada para poner fin a la vida, otras definiciones hablan de acelerar la muerte. Ese es un componente de lo que es eutanasia. El otro componente es que esto se da para con una persona que no tiene probabilidades de sobrevivir a una condición severa, catastrófica de salud", explica el experto.
Además, comenta que como profesionales de la salud mental, lo que hacen es ayudar a la persona a encontrar un punto medio entre sus deseos: "nosotros lo que hacemos es que ayudamos a la persona a encontrar el balance de su propio norte y su propio deseo y a comunicarlo a la familia".
La eutanasia puede ser clasificada en dos tipos principales: la eutanasia activa y la eutanasia pasiva. La eutanasia activa "implica la administración directamente de una sustancia letal por parte de un médico. Nadie más puede hacer eso", explica el Dr. Pons, además aclara que esta se lleva a cabo solo "después de haber pasado por todas las consultas necesarias hasta que aprueben esta decisión".
En contraste, la eutanasia pasiva se refiere a la retirada de tratamientos médicos que mantienen a una persona viva. Ambos enfoques están orientados a aliviar el sufrimiento de pacientes con enfermedades terminales o condiciones graves y son objeto de discusión en cuanto a su legalidad y ética en diferentes países.
El suicidio, por otro lado, se refiere al acto de una persona que toma la decisión de acabar con su propia vida. A diferencia de la eutanasia, el suicidio no siempre está motivado por una enfermedad terminal o un sufrimiento físico extremo.
Puede estar asociado con problemas de salud mental, como la depresión severa, trastornos de ansiedad o crisis existenciales.
El Dr. Pons explica que una persona con depresión severa, como la depresión mayor, puede no estar en condiciones óptimas para tomar decisiones informadas sobre su vida.
Muchas personas con depresión profunda experimentan una falta de energía, motivación y claridad mental. Este estado de ánimo deprimido puede nublar su juicio y distorsionar su percepción de la realidad, haciendo que la decisión de terminar su vida pueda ser impulsada más por el estado emocional que por una evaluación racional y objetiva de su situación.
"El suicidio, aunque también puede ser impulsado por el sufrimiento, a menudo está relacionado con trastornos mentales que pueden distorsionar el juicio de la persona sobre su situación y sus opciones". En contraste con la muerte asistida, el suicidio a menudo ocurre en un contexto de crisis, donde la persona puede no tener una visión clara de las alternativas o del impacto de su decisión.
El proceso de evaluación de competencia implica determinar si la persona tiene la capacidad mental y emocional para tomar decisiones informadas y racionales. Esto incluye evaluar si su estado mental actual, afectado por la depresión, ha sido tratado adecuadamente y si la decisión de terminar su vida es consistente con sus valores y deseos en un estado de mayor claridad.
Es esencial reconocer que las personas que solicitan terminar su vida debido a una depresión severa a menudo están en un estado emocional que altera su percepción y juicio.
La depresión puede nublar el entendimiento y la capacidad de tomar decisiones racionales. Por ello, es fundamental tratar primero la depresión y buscar una evaluación adecuada para determinar la competencia del individuo en un estado de mayor claridad.
Como bien concluye el Dr. Pons, "usted se siente tan mal en este momento específico de su vida por estas circunstancias. Pero la vida verdaderamente tiene una cosa que es que cambia. Es cuestión de buscar las ayudas pertinentes."
La ayuda profesional y el tratamiento adecuado pueden ofrecer un alivio significativo y la posibilidad de un cambio positivo en la vida de una persona. Es importante buscar y aceptar esa ayuda, ya que el sufrimiento puede disminuir y la vida puede mejorar con el tiempo y el apoyo adecuado.