El estudio revela que el pH del estómago varía con estados emocionales, sugiriendo un vínculo bidireccional entre nuestras emociones y la fisiología gástrica.
La expresión "tener mariposas en el estómago" no es solo una metáfora; refleja una conexión profunda entre nuestras emociones y la fisiología gastrointestinal. Investigadores de la Universidad Sapienza de Roma, IRCCS-Fondazione Santa Lucia e IIT Center for Life Nano- and Neuro-Science en Italia han arrojado nueva luz sobre esta relación en un estudio publicado en eLife el 4 de junio.
La estrecha comunicación entre el sistema nervioso central (SNC) y el sistema digestivo está bien documentada, formando lo que los científicos llaman el eje cerebro-intestino. Las emociones, tanto positivas como negativas, pueden desencadenar sensaciones corporales subjetivas, incluidas las del estómago. Hasta hace poco, sin embargo, faltaba evidencia directa que correlacionara las emociones con la fisiología gástrica.
Bajo la dirección de Giuseppina Porciello, PhD, el estudio utilizó la tecnología SmartPill, una cápsula ingerible que mide pH, temperatura, presión y condiciones gastrointestinales. Treinta sujetos fueron monitoreados con SmartPills mientras eran expuestos a estímulos emocionales en videos que incluían desde disgusto y miedo hasta felicidad y tristeza, además de controles neutrales.
El análisis reveló fluctuaciones significativas en la acidez estomacal que correspondían a estados emocionales. "Niveles más altos de pH estaban asociados con sentimientos de disgusto o miedo, mientras que una menor acidez se correlacionaba con la felicidad", explicó Porciello. "Incluso de manera inconsciente, la exposición a estímulos emocionales afectaba los niveles de pH, destacando un vínculo directo entre la experiencia emocional y el entorno gástrico."
El estudio subraya una relación bidireccional donde las emociones influyen en el pH del estómago, y viceversa. Porciello enfatizó la necesidad de más investigaciones para establecer la causalidad, posiblemente a través de modelos animales o intervenciones farmacológicas.
Más allá del interés académico, los hallazgos tienen implicaciones para entender condiciones neuropsicológicas como el autismo, a menudo relacionado con trastornos digestivos. Condiciones como el síndrome del intestino irritable también destacan cómo las alteraciones en la función intestinal pueden afectar la salud mental.
Estudios futuros apuntan a ampliar la diversidad de participantes y profundizar en los mecanismos fisiológicos subyacentes a la comunicación cerebro-intestino. Porciello destacó los esfuerzos en curso para integrar datos de actividad cerebral junto con mediciones gástricas, prometiendo insights más profundos sobre cómo nuestras emociones afectan tanto el cuerpo como la mente.
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