Antes de Jesús, un judío piadoso podía ayudar al enfermo pero no compadecerse de él, pues era un castigo de Dios que el condenado debía aceptar.
El legado de Jesucristo en la ciencia médica marcó un punto clave en la historia, ya que no sólo curó a varios enfermos, sino que también acabó la teoría arcaica de que las enfermedades son producto del castigo divino.
Enfermedades en el Antiguo Testamento
Según la literatura bíblica, las enfermedades que afectaban a Judea en los años de Jesucristo eran de tipo infeccioso como la tuberculosis, la lepra, la viruela y la sarna. Los antecedentes médicos hebreos provienen del Antiguo Testamento.
En el Antiguo Testamento, se citan leyes y protocolos relacionados con la salud, como el aislamiento de personas infectadas, baño obligatorio tras la manipulación de los difuntos o el entierro de los excrementos en lugares alejados de las vivienda, asimismo, detalla que muchas de las maldiciones que le esperaban al pueblo de Israel si caían en la desobediencia.
Las enfermedades eran vistas como un castigo divino
En la época de Jesus, la ceguera, los defectos físicos y especialmente la lepra eran consideradas enfermedades impuras, por lo tanto, se asociaban como producto de una maldición divina o posesión demoníaca.
Por consiguiente, un judío piadoso podía ayudar al enfermo, pero no compadecerse de él, pues era un castigo de Dios, que debía aceptar. Tanto así, que quien tocara a un enfermo resultaría luego incapaz de dirigirse a Dios en la oración. Por ende, eran desterrados, obligados a mendigar en las puertas de la ciudad.
Jesús, el médico judio
Ahora bien, para gran parte de la sociedad en Judea, Jesús era el galeno que curaba tanto el cuerpo como las almas enfermas, las personas se acercaban a él rogando sanidad, de igual manera, es el mismo Jesús quien se presenta a sí mismo como "médico" en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, así como en las cartas del apóstol Pedro.
Tal fue el poder de la semejanza, que muchos de aquellos cristianos del segundo siglo se apasionaban por la profesión médica, convencidos que curar cuerpo y alma era algo complementario dentro de la vocación religiosa.
Ciertamente, aquellos curadores devotos tomaron la ciencia médica que encontraron en la cultura romana, ya en sí misma prolongación de los saberes griegos, pero sumándole a la receta su doctrina basada en el amor al hombre que predicaba Jesús, desprendiéndose de ello la asistencia al prójimo enfermo.
La enseñanza del amor en la medicina actual
Es por ello, que con base en el trato que Jesús tuvo con los enfermos, que se empiezan a crear instituciones hospitalarias y de caridad, estableciéndose la condición igualitaria del tratamiento médico, sin distingos de atención entre creyentes y gentiles, hombres libres y esclavos, pobres o ricos.
Por esta razón, en la sociedad un médico es concebido como una fuente de consuelo para enfermos y familiares, cabe resaltar que la primitiva medicina cristiana no estuvo libre de apostasías, supersticiones e influencias del paganismo, las cuales añadieron a las prácticas curativas como los exorcismos, los conjuros, el uso de reliquias, amuletos para los ritos sanadores propios de la confusión religiosa del periodo.
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