El rol médico es importante en el diagnóstico temprano de la lesión del conducto pancreático, ya que el 80% de las muertes por pancreatitis ocurren en etapas avanzadas debido a complicaciones infecciosas.
La pancreatitis aguda es un problema serio y común que provoca dolor abdominal intenso y requiere atención médica urgente, se trata de una inflamación aguda y generalizada del páncreas causada por la activación de enzimas digestivas dentro del órgano.
En 1992, durante el Simposio Internacional de Atlanta, se amplió la comprensión de la pancreatitis aguda, considerándola no sólo como un problema limitado al páncreas, sino como una enfermedad que puede afectar otros tejidos de manera variable, ya sea de manera regional o sistémica.
Es oportuno resaltar que aunque todavía no se comprende completamente su origen y desarrollo, hoy en día la pancreatitis aguda es una de las razones más frecuentes por las cuales las personas buscan atención médica de emergencia debido a dolor abdominal intenso. La gravedad de la enfermedad puede variar desde formas leves con edema hasta formas muy graves con necrosis y hemorragias, que pueden llevar al shock y tener un alto riesgo de mortalidad a pesar de los tratamientos intensivos.
En el complejo panorama, la protagonista principal es la litiasis biliar, contribuyendo al 50% de los casos, seguido de cerca por la ingesta alcohólica, que representa el 35%. Aunque estos datos son claros, los mecanismos precisos que llevan a la inflamación pancreática aún permanecen en la penumbra.
En cuanto a la litiasis biliar, se ha sugerido que la impactación de cálculos en la papila, aunque temporal, podría ser el motor detrás de esta enfermedad; sin embargo, el mecanismo exacto de la (PA) sigue siendo un enigma. La creencia persistente es que el reflujo del contenido del conducto de Wirsung, incapaz de drenar por la ampolla de Vater, desencadenaría la autolisis pancreática.
El alcohol, como segunda causa más común, tiende a gestar la enfermedad después de años de abuso, aunque una sola ingesta puede desencadenar un episodio de trastorno gastrointestinal. A pesar de esto, los mecanismos exactos aún no están claramente definidos, dando lugar a varias teorías que apuntan hacia acciones tóxicas directas, alteraciones en el jugo pancreático o perturbaciones en las lipoproteínas plasmáticas.
A pesar de esta variedad de factores identificables, en un 10-15% de los casos, la raíz del problema sigue siendo un misterio, clasificándose como pancreatitis aguda idiopática.
La pancreatitis aguda puede estar influenciada por diversos factores:
1. Fumar: Tanto el fumar activamente como el historial de tabaquismo en pacientes que han dejado de fumar constituyen factores de riesgo independientes para la pancreatitis aguda.
2. Consumo de alcohol: La relación entre la cantidad de alcohol ingerido y el riesgo de pancreatitis aguda es lineal en hombres, pero no sigue una línea recta en mujeres; en ellas el riesgo disminuye con un consumo de hasta 40 g/día y aumenta a partir de esa cantidad.
3. Colelitiasis: El riesgo de desarrollar pancreatitis aguda debido a cálculos biliares puede estar vinculado a la dieta, aumentando con la ingesta de grasas saturadas, colesterol, carne roja y huevo, pero disminuyendo con la incorporación de fibra.
4. Condiciones intestinales: Estudios en Taiwán han revelado que los pacientes con síndrome de intestino irritable tienen más del doble de riesgo de desarrollar pancreatitis aguda en comparación con individuos sanos.
5. Enfermedad renal: Se ha establecido una relación entre la enfermedad renal severa y las afecciones pancreáticas.
Otros factores como la edad avanzada, el sexo masculino y un bajo nivel socioeconómico también están asociados con una mayor incidencia de pancreatitis aguda.
Adicionalmente, hay causas mucho menos comunes de pancreatitis aguda, como el consumo de ciertos medicamentos (valproato, esteroides, azatioprina), procedimientos médicos como la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica, hipertrigliceridemia o deficiencia de la enzima lipoproteína lipasa, páncreas divisum, y algunas infecciones virales como las paperas y el virus Coxsackie B4. Los pacientes con estas condiciones específicas presentan un riesgo elevado de desarrollar pancreatitis.
De hecho, la frecuencia de esta enfermedad varía según los criterios de diagnóstico y la ubicación geográfica. En términos generales, "En los países occidentales, la prevalencia se sitúa entre 0.5 y 1 caso por cada 1,000 habitantes al año" y en 2020 se dio a conocer que existe "Una incidencia de 20-80 casos por cada 100,000 personas".
Este trastorno se manifiesta a través de diversas etapas clínicas, y su sospecha inicial surge al evaluar a un paciente con dolor en la parte superior del abdomen, irradiado hacia la espalda y ambos hipocondrios, a menudo en forma de dolor tipo cinturón. Este dolor, de máxima intensidad a los 20-30 minutos, persiste durante 2 o 3 días y puede estar acompañado de náuseas y vómitos, especialmente en individuos con antecedentes de patología biliar o tras la ingesta abundante de alimentos y alcohol.
En los primeros días, alrededor del 20% de los pacientes experimentan una evolución desfavorable, pudiendo llegar al shock, generalmente hipovolémico; la presencia de líquidos peripancreáticos y hemáticos en la cavidad abdominal puede dar lugar a equimosis en los flancos (signo de Gray-Turner) o periumbilicales (signo de Cullen).
"Es común que surjan complicaciones respiratorias, como disnea debido a derrame pleural o atelectasias, así como ictericia causada por la compresión de la vía biliar debido al aumento de la cabeza del páncreas" Aseveran en el artículo de Elsevier.
La exploración abdominal puede variar desde ser relativamente leve en casos leves, con escaso dolor epigástrico, hasta presentar un abdomen peritonítico en casos más graves, con síntomas de shock, febrícula, taquicardia e hipotensión.
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