El osteoma suele ser asintomático y se diagnostica de forma accidental, pero en algunos casos puede causar síntomas en función del órgano comprimido que tenga al lado.
Una mujer de 24 años acudió al servicio de urgencias por cefaleas, episodios de síncope y visión borrosa que habían comenzado hacía un mes. La paciente estaba consciente y reactiva.
Los antecedentes familiares, alérgicos y psicosociales de la paciente no mostraron anomalías. En cuanto a sus antecedentes médicos y quirúrgicos, se registró una apendicectomía sin complicaciones previas y un episodio de traumatismo craneoencefálico a la edad de 6 años, resultado de un accidente de tráfico.
La paciente no recibió tratamiento ni se sometió a investigaciones tras el traumatismo craneoencefálico. Durante la exploración física, se observó un tumor de considerable tamaño en la región frontoparietal de la cabeza, mientras que los análisis de laboratorio arrojaron resultados dentro de los parámetros normales.
La tomografía computarizada (TC) reveló un engrosamiento en el espacio entre las placas óseas en la región frontoparietal izquierda, con un tamaño del tumor de 5 cm × 5 cm. Por otro lado, la resonancia magnética (RM) mostró un tumor óseo heterogéneo en la misma región, sin afectación cerebral. Considerando estos hallazgos y los antecedentes clínicos, se planteó el diagnóstico diferencial de osteoma.
Se decidió la extirpación quirúrgica bajo anestesia general, utilizando un abordaje frontoparietal clásico y un taladro craneal neumático de alta velocidad para evitar lesiones cerebrales. Posteriormente a la intervención, la paciente fue dada de alta después de dos días, tras recibir una transfusión sanguínea debido a una leve hemorragia durante la cirugía.
El examen histopatológico confirmó el diagnóstico de osteoma. Durante el seguimiento de 7 meses, no se reportaron incidentes, y tanto los síntomas como la apariencia estética de la cabeza de la paciente volvieron a la normalidad.
Se tratan de tumores benignos asintomáticos que se diagnostican accidentalmente mediante investigaciones radiológicas realizadas por otros motivos. En algunos casos, pueden causar síntomas estéticos o funcionales al afectar a órganos cercanos.
Los osteomas contienen tejidos óseos corticales y esponjosos, que suelen ser más frecuentes en los senos paranasales; el más afectado es el seno frontal, seguido de los senos etmoidales, maxilares y esfenoidales.
Los osteomas craneales se clasifican en base craneal, bóveda craneal, dural (que surge de la falx) e intraparenquimatoso (sin conexión con la duramadre o el hueso). También se clasifican en función de su localización en centrales (derivados del endostio), periféricos (derivados del periostio) y extraesqueléticos (que se desarrollan en el interior de los tejidos blandos).
La tasa de incidencia del osteoma es del 0,43% en la población, especialmente entre los 40 y 60 años, afectando en mayor medida a los hombres. Suele ser inferior a 10 mm, pero en casos raros puede alcanzar > 30 mm (osteoma gigante). La tasa de crecimiento del osteoma es muy lenta (1,61 mm/año); tarda entre 12 y 30 años, y después de la resección parcial, aún pueden producirse recaídas durante 2-8 años.
Existen tres teorías que explican el desarrollo del osteoma. La primera sugiere la inflamación; la inflamación crónica en los senos paranasales activa la formación de células osteogénicas relacionadas con el periostio. La segunda teoría, alienta una causa congénita del osteoma, especialmente cuando surge en los huesos de la bóveda. La última indica que los traumatismos y la tracción muscular causan este tumor, ya que en el 30% de los pacientes se encuentran antecedentes de traumatismo craneoencefálico.
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