Después de un diagnóstico inicial, se administraron antibióticos orales para tratar una posible infección de piel y tejidos blandos. Sin embargo, la erupción cutánea empeoró.
Un hombre de 48 años con antecedentes de agrandamiento aislado de la glándula parótida izquierda acudió a un centro externo con una erupción cutánea que afectaba a la cara, la parte anterior del cuello y la parte superior de la pared torácica.
Meses antes había observado una lesión cutánea única y aislada en la parte anterior del cuello que, al cabo de unas semanas, se expandió hacia abajo y hacia arriba hasta afectar a la parte superior de la pared torácica y a la parte superior del cuello y la cara, respectivamente.
Inicialmente se le prescribieron antibióticos orales para una presunta infección de piel y partes blandas, pero la erupción empeoró tras el tratamiento.
En el momento de la presentación, la erupción había desarrollado bordes palpables y era gruesa y de aspecto similar al cuero. También había experimentado disfagia, odinofagia y una pérdida de peso involuntaria de 12 kilos.
La exploración diagnóstica inicial comenzó en el centro externo e incluyó una tomografía computarizada y una resonancia magnética de la zona afectada, que mostraron un engrosamiento de la piel de la pared anterior del cuello/pecho hasta la grasa subcutánea, junto con presuntas lesiones óseas escleróticas en todo el esqueleto visualizado (preocupantes para metástasis).
Dado el aspecto radiológico de su piel, el diagnóstico diferencial inicial incluía linfoma frente a un proceso inflamatorio. El paciente fue sometido a una biopsia en sacabocados de una lesión de la pared torácica derecha. Las inmunotinciones de la biopsia cutánea fueron positivas para CK7 y CDX2, pero negativas para p63, TTF1, CK5/6, CD45, S100 y SOX10. Combinado con las características morfológicas, este perfil favorecía un adenocarcinoma poco diferenciado de origen gastrointestinal superior luminal.
Posteriormente, el paciente acudió a otro centro médico para someterse a una esofagogastroduodenoscopia con el fin de realizar más pruebas diagnósticas. Durante el examen se halló una gran masa submucosa no circunferencial en la curvatura mayor del estómago, sin evidencia de hemorragia previa o activa; se identificó una segunda gran masa infiltrante, fungiforme y circunferencial, que macroscópicamente se sospechó que representaba una lesión satélite metastásica, y que afectaba al cardias, el fondo gástrico y el cuerpo gástrico.
Las biopsias de la masa fungiforme y de las lesiones esofágicas fueron positivas para adenocarcinoma pobremente diferenciado con características de células en anillo de sello.
Para completar la estadificación, una tomografía por emisión de positrones/tomografía computarizada demostró evidencia de actividad hipermetabólica que afectaba al esófago torácico, el cardias gástrico y la curvatura mayor del estómago; hipermetabolismo en la parte anterior del tórax, el cuello y la cabeza, en consonancia con la zona del exantema del paciente; y varias lesiones escleróticas en toda la columna vertebral, la pelvis y las costillas, compatibles con metástasis óseas.
Finalmente, se sometió a tratamiento quimioterápico y se repitieron las imágenes de tomografía por emisión de positrones/tomografía computarizada al final del tratamiento, que mostraron una disminución de la actividad metabólica en los lugares afectados.
La metástasis cutáneas del cáncer gástrico primario es muy poco frecuente, y a menudo pasa desapercibida. Las zonas de la superficie corporal más frecuentemente afectadas son el cuello, la espalda y el abdomen, aunque también puede afectar a la cara.
Esta respuesta se observa con mayor frecuencia en tumores primarios de mama, pulmón o colon; en lo que respecta al cáncer gástrico, el 0,8% de los casos pueden metastatizar en la piel.
Los mecanismos de translocación del GC aún no están claros, pero entre las ideas propuestas se incluyen la diseminación hematógena/linfática, la migración a través de ligamentos embriológicos remanentes y la invasión tisular directa de microambientes locales.
A simple vista, estas lesiones aparecen como nódulos singulares o agrupados, a menudo con bases eritematosas.
A pesar de su rareza, es crucial que los gastroenterólogos estén alerta ante la posible asociación de cáncer gástrico con lesiones cutáneas en pacientes que experimentan síntomas gastrointestinales preocupantes, como pérdida de peso, disfagia y odinofagia. Esta vigilancia puede agilizar la evaluación endoscópica, el diagnóstico y las intervenciones necesarias para un manejo adecuado del paciente.
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