El tratamiento no quirúrgico del lipedema es factible en casos muy específicos, y puede cumplir los criterios para alcanzar los objetivos clínicos ya establecidos.
Si bien es cierto que los objetivos del tratamiento deben ser individualizados para cada paciente, también es fundamental comprender las necesidades de cada individuo para ofrecerle la terapia que más se ajuste a sus expectativas, y le induzca a una mejor calidad de vida.
Y es que, a pesar de que el proceso quirúrgico es la opción más frecuente para el lipedema, estudios señalan que se debe considerar como una herramienta y no como el único tratamiento disponible
A través de un estudio publicado en el American Journal of Case Reports, expertos dieron a conocer cinco casos de pacientes, cuya condición se encontraba en diferentes etapas, todos ellos con diferentes objetivos terapéuticos: “Nuestro propósito era demostrar la posibilidad de una terapia no quirúrgica, así como mejorar los signos y síntomas del lipedema, utilizando el cuestionario QuASiL y midiendo los cambios en los volúmenes y las proporciones. Los buenos resultados estéticos mejoran el estado social y psicológico”, mencionaron los autores de dicho proyecto.
El caso 1 refirió tener hematomas persistentes y dolor, el caso 2 refirió dolor y depósito de grasa, el caso 3 refirió calambres nocturnos y malestar, el caso 4 refirió engrosamiento de las piernas y el caso 5 refirió enrojecimiento de las piernas. A todos ellos se les diagnosticó un lipedema en diferentes estadios de evolución.
Lipedema: concepto clínico
La literatura clínica define esta patología como una enfermedad hereditaria, crónica y progresiva que se caracteriza por la acumulación anormal de grasa en el tejido subcutáneo, principalmente en los miembros inferiores y superiores. Especialistas señalan que esta condición es potencialmente agresiva, capaz de limitar la movilidad y dañar el sistema vascular linfático, provocando deformidades y pérdida en la calidad de vida.
Se cree que la prevalencia en el sexo femenino es del 11-39%, y la intensidad de los síntomas es mayor en la fase inflamatoria. Se manifiesta con dolor, sensibilidad al tacto, presencia de edemas, fatiga crónica y equimosis no provocada.
El lipedema suele diagnosticarse erróneamente como obesidad, linfedema o enfermedad venosa crónica, aunque estos diagnósticos pueden darse a menudo de forma concomitante y no se ve influido sustancialmente por la dieta o el ejercicio. En ausencia de un tratamiento específico, no hay una mejora significativa de las desproporciones corporales ni de los signos y síntomas.
Los tratamientos clínicos y quirúrgicos para esta enfermedad, se han descrito ampliamente en las directrices internacionales. El objetivo de todos ellos es mejorar los signos y los síntomas, reducir los volúmenes y las desproporciones de las extremidades afectadas, y prevenir la progresión. Se ha informado de que el drenaje linfático manual y la compresión elástica alivian los síntomas.
Es necesario definir el objetivo del tratamiento, en colaboración con el paciente, ya que pueden ser muy variados: mejora de los signos y síntomas, pérdida de peso, grasa, reducción del volumen de las extremidades y mejora de la movilidad y la estética.
A menudo, el deseo estético del paciente prevalece sobre la necesidad objetiva de mejorar la movilidad y los síntomas, y de prevenir la progresión. Utilizando herramientas clínicas objetivas para el análisis y el seguimiento del lipedema, como el QuASiL, cuestionarios de seguimiento de los síntomas validados y adaptados culturalmente, y mediciones volumétricas de las extremidades y de la bioimpedancia, es posible cuantificar la progresión clínica.
Alternativas terapéuticas: orden de prioridades
El tratamiento clínico del lipedema implica, en la mayoría de los aspectos, la búsqueda de un estilo de vida saludable, incluyendo cambios de actitud. Estas medidas son en su mayoría inofensivas para quienes no tienen lipedema y pueden ser sugeridas a todos los pacientes que no tengan contraindicaciones.
La máxima prioridad en el tratamiento del lipedema, independientemente del tipo, es la recuperación y la conservación de la movilidad. El contacto medial de los muslos al caminar, que ya se produce en las primeras fases de la enfermedad, es difícil de cuantificar; sin embargo, puede considerarse el inicio de la limitación de la movilidad.
En segundo lugar, el objetivo es mejorar los síntomas, evaluados por el cuestionario QuASiL, además de las mejoras volumétricas y proporcionales. Por último, la mejora estética que finalmente se consigue mejora el estado psicológico.
El tratamiento quirúrgico no debe realizarse en la fase inflamatoria de la enfermedad, y el mejor momento para la toma de decisiones es cuando el paciente ha alcanzado el mejor estado sintomático. Sin duda, la llegada de la liposucción que protege el sistema linfático aportó nuevas perspectivas y esperanzas en el tratamiento de esta enfermedad; no obstante, la liposucción no excluye la terapia no quirúrgica.
“Esta serie de casos ejemplifica y contextualiza el lipedema, que hasta hace poco tenía pocas opciones terapéuticas en la práctica diaria de los cirujanos vasculares. Nuestro estudio tiene varias limitaciones inherentes a una serie de casos: no se abordaron todos los aspectos del lipedema, y los pacientes fueron seleccionados para ejemplificar aspectos elegidos”, concluyeron los autores.
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