La técnica consiste en perfundir órganos para que sus funciones metabólicas estén activas.
El avance del Hospital Universitario de Zúrich abre una ventana para aumentar el número de órganos trasplantables y reducir las listas de espera. Lo consigue gracias a dar segundas oportunidades a órganos que serían rechazados en procedimientos habituales.
Un trasplante de hígado requiere que el órgano no pase más de doce horas fuera del cuerpo, una traba que podría acabar gracias a una nueva tecnología que permite conservarlo durante al menos tres días, como se ha demostrado con un paciente que sigue sano un año después de recibir el órgano.
Esta técnica aún requiere de más ensayos antes de pensar en su uso común, pero abre una ventana para “aumentar el número de órganos trasplantables, así como reducir las listas de espera y, sobre todo, salvar muchas vidas”, explica una de las firmantes de la investigación, Lucía Bautista Borrego.
Cada vez es mayor la diferencia entre la demanda de trasplantes de hígado y la disponibilidad de estos. El limitado número de órganos, además, se debe a que la práctica clínica consiste en almacenarlos durante no más de 12 horas en hielo.
El equipo encabezado por Pierre-Alain Clavien, del Hospital Universitario de Zúrich, logró conservar durante tres días el hígado fuera del cuerpo gracias a una máquina que realiza una técnica conocida como perfusión normométrica ex situ. Los resultados pueden leerse en Nature Biotechnology.
Una técnica para salvar vidas
La técnica consiste en introducir un líquido en el interior de órganos (perfundir) dentro de un rango de temperaturas fisiológicas (de 34 a 37 °C). Esto hace que sus funciones metabólicas están activas, y no “en reposo”, como ocurre con la perfusión hipotérmica (a bajas temperaturas), explica Lucía Bautista. El equipo usa para ello sangre humana de banco de sangre, que “hace la perfusión más parecida a como ocurre in vivo”.
Lo que “hace especial” la técnica del equipo es el uso de una máquina desarrollada con ingenieros de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH), que permite monitorizar y controlar numerosos parámetros de funcionalidad. “Con ello hemos conseguido mantener los hígados en buenas condiciones por varios días”, destaca Bautista.
Una vez trasplantado, en mayo de 2021, el hígado funcionó con normalidad, con “una lesión mínima” al volver el flujo a los vasos sanguíneos internos, escriben los autores.
El paciente solo requirió un régimen inmunosupresor básico durante las primeras seis semanas y “recuperó rápidamente la calidad de vida, sin ningún signo de daño hepático, como el rechazo o la lesión de los conductos biliares, que siguen estando sanos un año después de la operación”, agrega el estudio.
Una segunda vida para los órganos
El receptor del órgano fue un varón de 62 años que sufría de cirrosis avanzada, hipertensión portal grave y carcinoma hepatocelular (CHC) múltiple y recurrente, quién fue informado de la técnica a la que el órgano iba a ser sometido.
El hígado no era válido para su trasplante en un procedimiento habitual y fue rechazado por otros centros, pues venía de una paciente con sepsis y tenía un tumor que en ese momento no se sabía si era benigno, lo que se determinó después. Aquella paciente había sido sometida, a su vez, a un trasplante múltiple de hígado, bazo e intestino.
“De no haberlo usado nosotros, el hígado hubiera acabado en la basura. Ese es, en efecto, el propósito de nuestro proyecto: poder emplear órganos que se pueden evaluar e incluso reconstituir para trasplantar, reduciendo listas de espera y salvando vidas”, apunta.
Mantener el hígado fuera del cuerpo dio la opción de evaluarlo y tratarlo. Una de las “ventajas evidentes” de la perfusión ex situ radica en que se pueden utilizar fármacos a dosis más elevadas, al no producir efectos secundarios en otros órganos, por ejemplo “en casos de varias infecciones, que era este caso”.
Multitud de opciones terapéuticas para patologías específicas
Bautista hace hincapié en que las opciones terapéuticas “son infinitas, cada patología específica, en teoría, podría ser tratada ex situ con un tratamiento especializado para cada órgano perfundido”.
En este primer trasplante, el hígado se mantuvo fuera del cuerpo tres días, porque “el paciente lo necesitaba y lo recibió tan pronto” como su funcionalidad se restableció, pero en ensayos de laboratorio el equipo ha podido perfundir órganos hasta doce días.
La investigadora española agrega que cualquier órgano que se perfunde por varias horas es susceptible de poder hacerlo durante periodos más largos, como el corazón, el riñón o el pulmón. Esta técnica ha de estar adecuada a las necesidades de cada órgano, que “pueden ser rescatados para el trasplante”.
Para que esta tecnología esté completamente integrada en la práctica clínica son necesarios “ensayos clínicos que demuestren su seguridad usando órganos no descartados, aquellos que sí se pueden trasplantar”. Esto requiere “unos años para ser posible, pero estamos en ello”, concluye.
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