Las endoprótesis D-J olvidadas pueden generar una serie de complicaciones, como infecciones, hematuria, incrustaciones o síntomas irritativos en la vejiga.
Un hombre de 54 años fue remitido a consulta externa de urología después de que en su revisión física anual se detectara un gran cálculo vesical y un objeto extraño en la ecografía. Refirió haber tenido hematuria intermitente (orina con sangre), dolor en el flanco izquierdo y una serie de síntomas del tracto urinario inferior durante 2 semanas antes de la presentación actual.
Al ingreso, estaba afebril y sus constantes vitales eran estables. En la exploración física no se observaron molestias en la región del flanco izquierdo ni anomalías bioquímicas rutinarias.
Dos años antes se le había practicado una ureterolitotricia izquierda en un hospital local para tratar un cálculo ureteral. Se implantaron dos stents D-J izquierdos para dilatar la estenosis ureteral detectada intraoperatoriamente.
La evolución postoperatoria del paciente fue sin incidentes, con un seguimiento regular. Se sometió a una serie de investigaciones radiográficas. La ecografía reveló una leve hidronefrosis izquierda (exceso de líquido en un riñón), nefrolitiasis bilateral (cálculos renales), engrosamiento general de la pared vesical y un gran cálculo vesical (diámetro máximo de 3,5 cm).
Detección de un cuerpo extraño
La radiografía mostró un objeto hiperdenso irregular desde el orificio del uréter izquierdo hasta la vejiga, y la tomografía computarizada (TC) sugirió una incrustación de la endoprótesis D-J, que formó el núcleo del cálculo vesical, acompañado de hidronefrosis izquierda y cistitis.
El paciente afirmó que la endoprótesis D-J había sido retirada un mes después de la operación, pero se sospechó que el médico ambulatorio no reconoció la presencia de dos endoprótesis y solo retiró una. A pesar de experimentar hematuria postoperatoria, el paciente no buscó atención médica. Se le aconsejó someterse a una cirugía electiva, a lo que accedió de mala gana. Bajo anestesia general, se le administró un antibiótico profiláctico y se colocó en posición de litotomía.
Se introdujo un ureteroscopio rígido en la vejiga, identificando un gran cálculo vesical conectado a una endoprótesis D-J incrustada. La endoprótesis D-J se extrajo cuidadosamente con pinzas de agarre.
La guía no pudo atravesar el segmento distal estenosado del uréter izquierdo, por lo que el cirujano decidió concluir la operación tras más de 3 horas y colocar una sonda Foley, optando por una nefrostomía percutánea por etapas (NPC). El análisis reveló que el cálculo estaba compuesto por hidrogenofosfato cálcico dihidratado y oxalato cálcico dihidratado.
El postoperatorio transcurrió sin incidentes y la sonda Foley se retiró el segundo día. La TC postoperatoria no mostró cálculos vesicales residuales (figura 3). El equipo urológico recomendó una evaluación preoperatoria de la función renal mediante TC de emisión renal bilateral y urografía por TC antes de la NPC para tratar la hidronefrosis.
Sin embargo, el paciente rechazó cualquier investigación adicional o procedimiento secundario. Una vez aliviado el dolor en el flanco izquierdo, solicitó el alta y no acudió al seguimiento postoperatorio al mes.
Es un procedimiento urológico frecuente que garantiza la permeabilidad ureteral al mitigar el riesgo de obstrucción ureteral y formación de estenosis tras procedimientos urológicos.
Según los autores del caso, la retirada oportuna de la endoprótesis D-J es crucial, ya que la permanencia prolongada de la endoprótesis D-J puede causar complicaciones como incrustaciones, infecciones del tracto urinario (ITU), hematuria y síntomas irritativos de la vejiga, así como problemas relacionados con la endoprótesis, como malposición, migración y fragmentación.
La formación de cálculos vesicales debidos a endoprótesis D-J desatendidas son poco frecuentes, y se producen entre 3 y 15 años después de la implantación de la endoprótesis D-J. Acontecimientos similares se han producido en la retención de sondas de cistostomía y otros objetos extraños.
La retención de estos dispositivos es una fuente de morbilidad que conduce a una intervención quirúrgica secundaria innecesaria.
La incrustación del stent es una de las complicaciones más frecuentes de la retención prolongada del stent D-J, y la duración prolongada de la permanencia es el factor de riesgo más importante. Un estudio informó de que la tasa de incrustación era del 26,8% en menos de 6 semanas, del 56,9% en 6-12 semanas y del 75,9% en más de 12 semanas.
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