El párkinson no solo involucra síntomas como los temblores o la debilidad, sino que puede presentarse con estreñimiento, depresión, factores del sueño o dificultad para tragar que pueden afectar severamente la calidad de vida de los pacientes.
El párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común después del alzhéimer; de hecho, se estima que en Puerto Rico, al menos 20.000 personas padezcan la condición.
Se trata de una enfermedad que afecta a todo el sistema nervioso, y produce una amplia variedad de síntomas, entre los que se destacan los temblores y los movimientos lentos, pero lo cierto es que la afectación es mayor.
En el marco de la conmemoración del día mundial de esta enfermedad, la Revista Medicina y Salud Pública conversó con el Dr. Ángel Viñuela, neurólogo especialista en párkinson, para comprender un poco sobre la etiología de esta enfermedad, así como el manejo actual que se da en su oficina y alternativas de tratamiento.
Una mezcla de factores ambientales y genéticos
La literatura médica indica que el desarrollo de la enfermedad de Parkinson está marcado, mayormente, por un componente genético, aunque también interfieren algunos factores del medio ambiente, como la exposición a sustancias específicas.
“En el ambiente en que estamos en el día a día, nos exponemos a unas sustancias que interaccionan con nuestros genes y esa interacción hace que personas predispuestas, desarrollen la enfermedad”.
Es importante tener en cuenta que, en principio, la enfermedad suele iniciar en las partes del cuerpo que tienen un contacto ‘directo’ con los factores externos, como el tubo digestivo, el sistema respiratorio, y poco a poco empieza a afectar diferentes partes del sistema nervioso de forma ascendente hasta el cerebro.
Si bien los síntomas motores, como los trastornos del movimiento, son los más conocidos y los que más suelen afectar a los pacientes, el Dr. Viñuela explica que los síntomas no motores suelen afectar más a la persona.
“Los síntomas que tienen que ver con el movimiento, son 4: temblor de reposo, rigidez muscular, movimientos lentos, menos amplios y menos cantidad, y problemas de marcha y balance”.
Ahora bien, los problemas que no tienen que ver con el movimiento, “son problemas que afectan a otras partes del sistema nervioso, y pueden ser desde problemas de memoria, perceptuales, alucinaciones, depresión y trastornos del estado de ánimo, problemas de sueño, dificultad para tragar, dificultad para hablar, más saliva de lo normal, gastroparesia, estreñimiento, urgencia para orinar, problemas de presión y de pulso, dolor”, entre otros.
El Dr. Viñuela explica que el diagnóstico de esta condición es meramente clínico, y gracias a los signos motores característicos durante el examen físico y al historial personal y familiar, es mucho más fácil la detección de la enfermedad.
Sin embargo, el especialista señala dos anotaciones importantes en este tema. “Primero, se están viendo muchos avances últimamente para diagnosticar el párkinson de una manera más objetiva, mediante pruebas que puedan decir que la persona tiene párkinson y eso tiene importancia porque vamos a poder diagnosticar pacientes, incluso antes de tener síntomas, y eso va a ser un gran avance en la enfermedad porque se van a poder hacer estudios para entender qué está ocurriendo en esas primeras etapas”.
Actualmente, se cuenta con una prueba de medicina nuclear que detecta la falta de neuronas que tienen dopamina en el cerebro. Adicionalmente, también se cuenta con una biopsia que permite ver la proteína alfa-sinucleína en la piel, y se adelantan otras pruebas, como una punción lumbar que podría favorecer el diagnóstico temprano.
Ahora bien, en términos de tratamiento, el Dr. Viñuela explica que tiene dos objetivos en mente durante el manejo de la condición en los pacientes: El primero, es ralentizar el progreso de la condición, y el segundo es disminuir al máximo los síntomas.
“Es clave darse cuenta de que las medicinas son para los síntomas. En general, uno trata síntomas con más o menos intensidad según molesten al paciente”, aseguró. “Esos tratamientos no hacen que la enfermedad vaya más rápida o más lenta, sino que son pra los síntomas”.
Aún así, para frenar el progreso de la enfermedad, es el ejercicio.
“Parece algo trivial, que todo el mundo va al médico y le dicen que haga ejercicio para todo, es cierto, pero particularmente en el párkinson y las enfermedades neurodegenerativas, lo que ocurre cuando uno hace ejercicio, es que el cerebro produce unas sustancias llamadas factores tróficos que protegen las neuronas, hacen que estén sanas durante más tiempo y eso hace que la enfermedad vaya más lenta”.