La paciente experimentó también cefaleas, fatiga y mareos ocasionales durante los episodios de otitis eritematosa, sin náuseas ni otros síntomas asociados.
Una mujer de 22 años consultó dos veces en un lapso de 5 años en la especialidad de neurootología. Presentaba síntomas de acúfenos intermitentes en el lado derecho, hiperacusia bilateral, sensación de plenitud en el oído derecho y dificultad para oír con ruido de fondo bajo estrés.
Los resultados de los exámenes realizados, que incluyeron otoscopia, examen neurootológico, audiometría de tonos puros, timpanometría, reflejos estapediales, otoemisiones acústicas (OEA), respuesta auditiva del tronco encefálico y logoaudiometría, mostraron valores dentro de lo esperado.
Se destacaron respuestas de OEA transitorias intensas y actividad espontánea bilateral, indicativas de un aumento en la ganancia coclear y una reducción en la eficacia de la retroalimentación inhibitoria en el sistema auditivo.
Como parte del tratamiento, se llevaron a cabo múltiples sesiones de rehabilitación auditiva supervisadas por un terapeuta especializado. Estas incluyeron asesoramiento, técnicas de comunicación, reentrenamiento para manejar el tinnitus y la hiperacusia, así como el uso de generadores de ruido a nivel del oído para desensibilización. Se emplearon también técnicas de relajación y estrategias de gestión del estrés.
Después de un período de nueve meses, se evidenció una notable mejoría en los síntomas, lo que condujo a su alta médica. Sin embargo, cinco años más tarde, la paciente fue remitida nuevamente al centro médico por su médico de cabecera, debido a episodios recurrentes de eritema cutáneo doloroso en el oído externo derecho, con una duración aproximada de una hora.
Estos episodios se acompañaban de intenso dolor temporal derecho que se irradiaba hacia la zona mastoidea, así como de una disminución transitoria en la audición subjetiva, inyección conjuntival derecha e intolerancia a la luz y al ruido. La exacerbación de estos síntomas durante los episodios sugiere la afectación de vías sensoriales ajenas a la vía auditiva.
La paciente experimentó síntomas que causaron una angustia considerable, lo que la llevó a consultar semanalmente durante tres meses con su médico de cabecera, así como a visitar servicios de urgencias locales y clínicas otorrinolaringológicas antes de ser derivada al departamento de neurootología. Durante este período, también experimentó cefaleas continuas, fatiga y mareos ocasionales durante los episodios de otitis eritematosa, sin náuseas, síntomas visuales, tinnitus ni vértigo.
Se descartaron otros diagnósticos diferenciales, como problemas dermatológicos, de la articulación temporomandibular, dentales, faríngeos y cervicales, mediante un examen exhaustivo de cabeza y cuello, sin evidencia de eritema ni infección en el oído o la zona mastoidea en la inspección.
La otoscopia, el examen neuro-otológico, la audiometría de tonos puros y la timpanometría revelaron resultados normales, al igual que la resonancia magnética cerebral y los análisis de sangre rutinarios. Se diagnosticó síndrome de la oreja roja asociado a hiperacusia.
Se le brindó apoyo y se le aseguró que no presentaba patologías estructurales significativas, considerando sus rasgos migrañosos en la historia clínica. El tratamiento incluyó modificaciones conductuales, como la reducción de la ingesta de cafeína, la gestión del estrés, la mejora de la hidratación, el patrón de sueño y la práctica de ejercicio, junto con llevar un diario de síntomas para identificar desencadenantes. A pesar de la oferta de profilaxis de la migraña, la paciente optó por no recibirla.
Tras cuatro meses de medidas de apoyo, experimentó una mejoría significativa, con resolución completa de las cefaleas y menos episodios de otitis eritematosa. Identificó desencadenantes como el estrés y el zumo de naranja en su diario de síntomas. Sus síntomas se trataron con éxito sin medicación durante cuatro años.
Esta enfermedad es una entidad poco frecuente caracterizada por un eritema episódico del oído acompañado de sensación de quemazón u otalgia. Puede afectar a una oreja o, con menor frecuencia, a las dos, y el eritema puede extenderse más allá de la oreja hasta la cara.
Los síntomas pueden ser espontáneos o desencadenarse por el tacto, el esfuerzo, el calor o el frío, el estrés, los movimientos del cuello, los estornudos, la tos, la masticación y/o el cepillado del pelo. El reconocimiento de esta afección es importante pero difícil debido a su rareza.
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