Los cambios cerebrales fueron detectados mediante resonancia magnética y aprendizaje automático, revelando una mayor afectación en hombres y personas en desventaja socioeconómica.
Según una investigación publicada por la Agencia SINC y realizada por científicos de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), el período pandémico aceleró el envejecimiento cerebral en aproximadamente 5.5 meses.
Este deterioro se observó incluso en personas que nunca contrajeron COVID-19, lo que sugiere que factores como el aislamiento social y el estrés crónico tuvieron un impacto directo en la salud neurológica.
La investigación, publicada recientemente, analizó resonancias magnéticas de 996 participantes y encontró cambios estructurales significativos.
El estudio, que analizó datos de casi mil personas, utilizó modelos de aprendizaje automático entrenados con resonancias magnéticas del Biobanco del Reino Unido (15,334 escáneres cerebrales de participantes sanos).
Los investigadores compararon dos grupos: uno con imágenes tomadas antes de la pandemia (grupo control) y otro con escáneres realizados antes y después del inicio de la crisis sanitaria (grupo pandemia). Identificaron que los cerebros del grupo expuesto al contexto pandémico mostraban una degeneración equivalente a medio año de envejecimiento adicional.
"Lo más sorprendente fue ver este efecto en personas sin infección confirmada", destacó el director del estudio, Ali-Reza Mohammadi-Nejad.
El deterioro fue más pronunciado en hombres y personas de entornos socioeconómicos vulnerables. Investigaciones previas citadas en el estudio explican cómo el aislamiento social y la soledad pueden alterar la estructura cerebral. Estos hallazgos coinciden con observaciones clínicas sobre el impacto de la incertidumbre prolongada en la salud mental.
Mientras todos los participantes del grupo pandémico mostraron cambios cerebrales, solo aquellos infectados por SARS-CoV-2 presentaron disminuciones medibles en pruebas de flexibilidad mental y velocidad de procesamiento. Los autores sugieren que la combinación de estrés pandémico e infección podría tener efectos acumulativos.
El estudio reconoce que no puede determinar si estos cambios son permanentes. Masud Husain, neurólogo de Oxford no involucrado en la investigación, advierte sobre interpretar como clínicamente significativa una diferencia de cinco meses en edad cerebral.
Sin embargo, los resultados subrayan la necesidad de monitorear la salud cerebral tras crisis globales y desarrollar estrategias de protección para poblaciones vulnerables.
Esta investigación abre nuevos debates sobre cómo gestionar los efectos colaterales de las medidas sanitarias. Los autores enfatizan la urgencia de investigar intervenciones que puedan mitigar el impacto neurocognitivo en futuras emergencias, equilibrando protección epidemiológica y bienestar mental. El estudio se suma a la evidencia creciente sobre las complejas consecuencias a largo plazo de la pandemia en la salud humana.