Especialista explica cómo tres sentidos "internos" poco conocidos son clave para entender los desafíos alimenticios en niños con autismo

Más allá de los cinco sentidos tradicionales, existen tres sentidos internos fundamentales que pueden determinar la relación de un niño con la comida. Así lo reveló la terapista ocupacional Itamar García durante el primer simposio de nutrición pediátrica y neurodiversidad, cubierto por la revista Medicina y Salud Pública.
"El procesamiento sensorial es la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso central de recibir la información, procesar la información de todos nuestros sentidos, de los oídos, de la boca, de la nariz, de los ojos, procesarla y tener una respuesta adaptada", explicó García, quien también trabaja para el Centro Autismo de Puerto Rico.
Según la especialista, además de los cinco sentidos conocidos, el cuerpo humano cuenta con tres sentidos internos que resultan cruciales para el desarrollo infantil:
Vestibular: relacionado con el balance y el movimiento
Propioceptivo: vinculado a los músculos, articulaciones, posicionamiento y fuerza
Interoceptivo: el más reciente en estudiarse, que permite interpretar las emociones y los estados del cuerpo
"Estos tres sentidos son como lo más importante", afirmó García, destacando su papel fundamental en el comportamiento alimenticio.
La terapista ocupacional identificó varias banderas rojas que pueden indicar la necesidad de una evaluación del procesamiento sensorial en niños, especialmente aquellos con autismo:
"Son niños que, por ejemplo, comen todo de un mismo color, o todo claro, o todo que sea de la misma textura", describió García. "La alimentación puede ser muy limitada, porque no me gusta la textura muy dura, solamente como la blanda. No me gusta que mezclen las comidas".
Entre los comportamientos más comunes se encuentran:
Selectividad extrema por color, olor, sabor o textura
Rechazo a que los alimentos se mezclen
Preferencia por presentaciones específicas (por ejemplo, manzana completa pero no en pedacitos)
Renuencia a salir de su zona de confort alimenticia
Uno de los hallazgos más preocupantes está relacionado con el sentido interoceptivo. García explicó que algunos niños "comen mucho y no tienen un sentido de saciedad, todo el tiempo están comiendo", mientras que otros presentan el problema opuesto.
"Son estos papás que te dicen: yo le doy comida porque sé que le toca, pero no se queja de hambre, no sienten hambre, no sienten sed", señaló la especialista. "Esto puede ser lo que no lo comunica porque su cuerpo no lo está registrando".
García enfatizó la importancia de un enfoque colaborativo entre profesionales. "El equipo entre un nutricionista, un terapista ocupacional y le añadimos el patólogo del habla, en la parte de alimentación yo creo que es el combo perfecto", afirmó.
La integración de estos profesionales permite combinar el perfil sensorial del niño con el conocimiento nutricional sobre las calorías y nutrientes necesarios, adaptándose a las preferencias y capacidades individuales de cada paciente.
Contrario a lo que muchos padres podrían pensar, los resultados pueden observarse relativamente rápido cuando hay compromiso familiar.
"Si tú me dices que la familia se incluye en este proceso, yo te puedo decir que en cinco sesiones, por la familia incluida y comprometida en el proceso, podemos ver algún cambio", aseguró García. Sin embargo, advirtió que sin la participación activa de la familia, el proceso puede extenderse considerablemente.
"Las terapias pueden ser dos veces en semana, tres veces en semana, pero si en la casa que está el resto del día no le damos seguimiento a lo que estamos haciendo, realmente se puede tardar más", concluyó la especialista, subrayando que la educación familiar es tan importante como las sesiones terapéuticas profesionales.