Las personas con cronotipo vespertino tienen un índice de masa corporal más alto, mayor circunferencia de cintura y mayor acumulación de grasa visceral y hepática. Estas formas de grasa están vinculadas a mayor riesgo de diabetes tipo 2.
Un estudio reciente presentado en el Congreso de la European Association for the Study of Diabetes (EASD) 2024 ha encontrado que las personas con cronotipo vespertino —aquellos que prefieren acostarse tarde y tener actividades en la noche— tienen hasta un 50 % más de riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Este hallazgo es relevante porque la relación entre el cronotipo vespertino y la salud metabólica podría ir más allá de los factores de estilo de vida como la alimentación o la actividad física.
El estudio fue liderado por Jeroen van der Velde, Ph.D., del Centro Médico de la Universidad de Leiden en los Países Bajos, e incluyó a 5,026 adultos con una edad promedio de 56 años.
Los investigadores clasificaron a los participantes en tres cronotipos: matutino (los que se acuestan más temprano), intermedio (los que tienen un horario de sueño promedio) y vespertino (los que prefieren actividades nocturnas). Aproximadamente el 20% de los participantes se identificaron como vespertinos, y este grupo fue el que presentó el mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Uno de los hallazgos clave del estudio fue que las personas con cronotipo vespertino presentaban un índice de masa corporal (IMC) más alto, así como una mayor circunferencia de cintura y una mayor acumulación de grasa visceral (alrededor de los órganos internos) y hepática, comparado con los otros cronotipos.
Estas formas de grasa ectópica están fuertemente asociadas con un mayor riesgo de trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Por ejemplo, los noctámbulos tenían un IMC promedio 0.7 kg/m² más alto, una circunferencia de cintura 1.9 cm mayor, 7 cm² más de grasa visceral y un 14% más de grasa hepática que los participantes con cronotipo matutino o intermedio.
Estos resultados no sólo sugieren una relación entre el cronotipo vespertino y un mayor almacenamiento de grasa abdominal, sino que también revelan una conexión más compleja que involucra la desincronización de los ritmos circadianos.
La teoría detrás de estos resultados se centra en la desincronización del reloj biológico de las personas con cronotipo vespertino. Los ritmos circadianos son ciclos de 24 horas que regulan varios procesos biológicos, como el sueño, el metabolismo y la secreción de hormonas. Las personas con cronotipo vespertino tienden a estar más activas en la noche, lo que puede generar un desajuste con los horarios sociales y laborales que, generalmente, están sincronizados con los cronotipos matutinos e intermedios. Este desajuste puede provocar alteraciones metabólicas.
Van der Velde explicó que el cronotipo vespertino puede afectar cómo se almacenan y procesan los nutrientes en el cuerpo, ya que los ritmos circadianos influyen en la liberación de hormonas como el cortisol, que está relacionado con la resistencia a la insulina. Este desajuste podría ser una de las causas subyacentes de la mayor acumulación de grasa visceral y hepática que observan en las personas con cronotipo vespertino.
Aunque el estilo de vida sigue desempeñando un papel importante en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, los investigadores encontraron que la relación entre el cronotipo vespertino y este riesgo no puede explicarse completamente por hábitos como la dieta o la actividad física.
Las personas que se acuestan tarde suelen tener patrones alimenticios más irregulares, a menudo consumen alimentos ricos en calorías por la noche, lo que está relacionado con un mayor aumento de peso. Sin embargo, el estudio mostró que, incluso ajustando estos factores, el riesgo de diabetes tipo 2 seguía siendo más alto en los noctámbulos.
Van der Velde y su equipo sugieren que más allá del estilo de vida, existe una predisposición biológica que podría estar contribuyendo al riesgo metabólico en personas con cronotipo vespertino. Esto podría implicar que, aunque las personas cambien su alimentación y aumenten su actividad física, si no logran ajustar su ritmo circadiano, es posible que no experimenten mejoras sustanciales en su salud metabólica.
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