Un equipo de investigación internacional, liderado por la Universitat de València, el Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), publica en Plos Medicine un trabajo que compara los efectos a nivel cardiovascular y renal de tres tipos de medicamentos antihipertensivos, utilizados en pacientes con diabetes.
Los antihipertensivos analizados son los inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina (IECA), los antagonistas del receptor de la angiotensina II (ARA II), y el inhibidor directo de la renina, utilizados en pacientes adultos con diabetes. El estudio refuerza las recomendaciones de las principales guías de práctica clínica europeas y norteamericanas que recomiendan el uso de IECA y ARA II como tratamiento antihipertensivo. El artículo, cuyo primer autor es Ferrán Catalá-López, investigador de la Universitat de València e INCLIVA y donde también participa Rafael Tabarés-Seisdedos, catedrático de Psiquiatría e investigador principal de CIBERSAM, apunta como conclusiones que no hay diferencias significativas entre los efectos de los diferentes tratamientos antihipertensivos evaluados. “A pesar de que no hayamos encontrado diferencias en los efectos de estos tratamientos sobre la prevención cardiovascular y renal, los IECA y los ARA II sí presentan costes de tratamiento diferentes que han de considerarse en la práctica clínica”, según Catalá-López. Utilizando una técnica de análisis innovadora, conocida como metaanálisis en red (network meta-analysis, en inglés), los investigadores utilizaron los datos combinados de 71 ensayos clínicos aleatorios publicados y no publicados, en los que participaron un total de 103.120 personas diabéticas. Sobre ellos testaron los efectos de diferentes medicamentos o combinaciones de ambos, que actúan inhibiendo el sistema renina-angiotensina, un sistema hormonal que ayuda a regular a largo plazo la presión sanguínea y el volumen de células corporales. Concretamente, los científicos no han hallado diferencias significativas en la reducción de riesgo cardiovascular entre los IECA y los ARA II, ya sea en monoterapia o en combinación. Del mismo modo, para el riesgo de progresión de la enfermedad renal, no se han detectado diferencias significativas entre los IECA y cualquiera de las terapias restantes, tales como los ARA II o una combinación de IECA conjuntamente con los ARA II. También han deducido que ninguna estrategia que inhibe el sistema renina-angiotensina fue superior a los IECA con respecto a la mortalidad general, la mortalidad cardiovascular, infarto de corazón, infarto cerebral, enfermedad renal en etapa terminal, o en duplicar los valores de creatinina sérica.
La hipertensión arterial (o presión arterial elevada) crónica puede dañar el corazón, los vasos sanguíneos y los riñones y causar enfermedades cardiovasculares y renales. Se estima que aproximadamente dos tercios de la población adulta tiene presión arterial elevada o toma medicamentos para reducirla. Debido a que la diabetes aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y renales, controlar la presión arterial es clave en el manejo de estos pacientes. El hecho de que la combinación de dos fármacos no haya tenido resultados mejores que con un único IECA o ARA II –junto con los resultados de otros estudios en que se observó un aumento de efectos adversos en los pacientes que tomaron la combinación de IECA y ARA II– desaconsejaría el uso de la combinación de inhibidores del sistema renina-angiotensina, destaca la investigación. El trabajo también contradice estudios anteriores que sugerían que los ARA II podrían aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares en pacientes con diabetes. El estudio apunta, además, que no hay suficientes datos que evalúen los efectos del inhibidor directo de la renina, aliskiren, con los IECA o ARA II para establecer conclusiones sobre el papel de este medicamento en relación a otros antihipertensivos más utilizados y conocidos, y por lo tanto, podría estar justificada mayor investigación adicional. Además, los investigadores destacan en la conclusión que no se han tenido en cuenta los costes de ningún medicamento en concreto, o cualquier efecto secundario que no fuera relevante para los resultados clínicos medidos. En este sentido, los autores explican: “Los clínicos deberían discutir el balance entre los costes, beneficios y potenciales daños con los pacientes antes de comenzar el tratamiento con estas terapias”. Publicado en JANO