Esta investigación pionera buscó abordar específicamente la relación entre dicha actividad con los síntomas menstruales y sus efectos psicológicos.
Desde la menarquia hasta la menopausia, las mujeres experimentan la menstruación, una fase que varía en su impacto en la calidad de vida y bienestar, los síntomas menstruales y perimenopáusicos, como el síndrome premenstrual, calambres, cambios de humor y sofocos, pueden afectar significativamente a las mujeres, y sus experiencias son diversas.
En busca de entender cómo la natación en agua fría podría influir en estos síntomas, se llevó a cabo una encuesta en línea dirigida a mujeres nadadoras regulares en este tipo de entorno. La actividad física, incluida la natación, demostró beneficios tanto físicos como mentales, y se sugirió que la natación en agua fría puede tener impactos positivos adicionales. Aunque se ha explorado su efecto en la salud mental, esta investigación pionera buscó abordar específicamente su relación con los síntomas menstruales.
La encuesta realizada por investigadores de la Sociedad Británica de Menopausia, fue promocionada en redes sociales durante dos meses, y arrojó luz sobre la percepción de las mujeres sobre cómo la natación en agua fría afectaba sus síntomas. La información recopilada proporcionó una base valiosa para comprender mejor los posibles beneficios y riesgos asociados con esta práctica; aunque se reconocieron los beneficios fisiológicos de la natación regular en agua fría, también se destacaron los riesgos, como la hipotermia y la contaminación del agua.
Las cifras revelan que las mujeres que se sumergen semanalmente en las aguas estivales, en comparación con sus contrapartes diarias, son más propensas a experimentar una disminución significativa en la ansiedad (35.2% vs. 22.8%). Sin embargo, los chapuzones más frecuentes en invierno no mostraron correlación con la reducción de los síntomas menstruales más comunes. El uso de trajes de neopreno, tanto en verano como en invierno, se vinculó con una mayor probabilidad de alivio en la ansiedad y los problemas para dormir.
El baño diario en verano parece ser un antídoto para los sofocos perimenopáusicos, ya que las mujeres que adoptan esta rutina (8.3%) superan en alivio a aquellas que nadan semanalmente (20.7%). Además, el tiempo dedicado al nado y el uso de trajes de neopreno en invierno también influyen en los síntomas psicológicos y la frecuencia de los sofocos. Nadar durante 15 a 30 minutos y optar por el neopreno se asocian con un mayor alivio, destacando la conexión entre el medio acuático y la mejora de la salud mental.
Las respuestas de las mujeres proporcionaron una perspectiva rica y matizada. Emergieron cinco temas clave: el efecto dual del agua como calmante y estimulante del estado de ánimo, la importancia del compañerismo y comunidad acuática, mejoras en los sofocos, experiencias menstruales mejoradas y mejoras en la salud general.
En estas narrativas acuáticas, las voces de las nadadoras pintan un cuadro fascinante de cómo la conexión con el agua fría no solo afecta la experiencia física sino también la salud mental y emocional. Más allá de los datos, estas historias resaltan la compleja danza entre las corrientes de agua y los ciclos de la mujer, aportando matices a la comprensión de cómo la natación en agua fría puede tejer su influencia en los síntomas menstruales y perimenopáusicos.
Este estudio destacó de manera palpable la mejora anecdótica en los síntomas de la menopausia y la perimenopausia, confirmando lo que ya había sido informado a gran escala en los medios. Los resultados apuntaron a la natación en agua fría como una posible aliada en la reducción de los síntomas asociados con estos períodos de transición en la vida de las mujeres.
Los hallazgos abrieron una ventana de curiosidad para investigaciones futuras, instando a un enfoque más detallado en aspectos clave como la frecuencia, duración, temperatura y nivel de exposición necesarios para desencadenar una notable disminución de los síntomas menstruales y de la perimenopausia. La búsqueda de estas respuestas se vislumbra como un paso esencial para comprender a fondo cómo la natación en agua fría podría haber influido en una gama más diversa de mujeres, allanando así el camino hacia prácticas recomendadas y personalizadas en el manejo de estos síntomas.
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