El paciente Ian Lester no pudo salir de su casa durante meses.
Ian Lester estaba atrapado en su casa por una infección de covid que duraba más de siete meses. Y para "liberarlo" se usó una vacuna.
Es el primer caso en que una vacuna es utilizada para "tratar" la covid y no para "prevenirla". Lester, de 37 años, tiene un sistema inmunitario debilitado que no pudo vencer al virus por sí solo.
Los científicos y médicos de la Universidad de Cardiff y el Centro de Inmunodeficiencia de Gales en el Hospital Universitario de Gales monitoreaban la batalla entre el virus y el sistema inmunológico de Ian.
El análisis mostró que Ian tenía una infección a largo plazo, no solo se estaba detectando un "virus muerto", y sus síntomas no eran de COVID de larga duración.
"Ian realmente no tuvo mucha respuesta inmunológica contra el virus de la covid", le dijo a la BBC el doctor Mark Ponsford, científico clínico de la Universidad de Cardiff.
No pudieron encontrar anticuerpos que se adhirieran y neutralizaran el coronavirus, y solo había indicios limitados de células T, otra ala del sistema inmunológico, capaz de atacar el COVID.
Estrategia radical
En ese momento, a principios del verano boreal de 2021, había tratamientos limitados, por lo que el equipo médico decidió probar algo radical.
En lugar de administrar una vacuna para prevenir una infección, decidieron usar la vacuna de Pfizer para tratar la enfermedad.
La diferencia en el cuerpo de Ian "fue como el día y la noche", señala el doctor Ponsford. La primera dosis comenzó a desarrollar su inmunidad, pero se necesitó una segunda dosis para llegar al punto en que su cuerpo pudiera combatir el virus.
A fines de agosto, Ian estaba dando negativo nuevamente, pero ¿cómo logró la vacuna deshacerse de la infección cuando tras meses de tener el virus no se logró desarrollar suficiente inmunidad?
El profesor Stephen Jolles, líder clínico en el Centro de Inmunodeficiencia, dijo: "Esta infección avanzaba a borbotones, y con su sistema inmunológico [debilitado] simplemente no pudo iniciar una respuesta suficiente para eliminarla.
"Entonces, la vacuna realmente hizo una gran diferencia, en anticuerpos y células T, y utilizó y exprimió hasta la última gota lo que su sistema inmunológico podía hacer".
El día que Ian finalmente estuvo libre de covid estaba "extasiado" y dice que "para decir la verdad, no podía creerlo".
Lo celebró con un día en la playa y una porción de pescado y papas fritas con Katie. "Todo ha vuelto a la normalidad ahora", cuenta.
Los investigadores creen que este enfoque se puede usar en más personas con sistemas inmunitarios debilitados que luchan para combatir la infección.
Ahora hay medicamentos antivirales que no estaban disponibles cuando Ian tenía covid, pero el equipo cree que las vacunas podrían ofrecer una opción más económica y duradera.
Antes de la vacuna
Cuenta que, mientras estuvo aislado durante meses, se convirtió en prisionero en su propia casa en Caerphilly, Gales.
Ian nació con el síndrome de Wiskott-Aldrich, el cual dificulta el combate a las infecciones. Incluso un resfriado común puede persistir.
Durante la primera ola de COVID se protegió, pero el coronavirus finalmente lo infectó en diciembre de 2020. Tenía uno de los síntomas clásicos, una leve pérdida del sentido del gusto y el olfato, que desapareció en un mes. Para la mayoría de nosotros, ese sería el final, pero el trayecto de Ian por la covid apenas estaba comenzando.
Sus médicos querían que siguiera haciéndose pruebas porque su sistema inmunológico debilitado significaba que existía el riesgo de que pudiera ser contagioso por más tiempo de lo normal.
Mes tras mes, prueba tras prueba, daba positivo. Ian tuvo que dejar la óptica donde trabajaba, donde tenía que estar en estrecho contacto con los demás, y quedarse en casa.
Inicialmente, trató de aprovecharlo al máximo y disfrutó de las vacaciones de Navidad, pero finalmente el aislamiento pasó factura. "La gente quizás creía que iban a ser unas vacaciones largas, pero después de tres meses no fue así", dice Ian.
Lentamente, todos los días comenzaron a sentirse igual: una rutina de cocinar, ver televisión, leer, tocar la guitarra y simplemente esperar a que su esposa Katie llegara a casa. "Era como vivir en el mismo día, simplemente terminas sentado mirando la pared", cuenta.
"Poco a poco se convirtió en mi prisión, especialmente cuando llegó el verano [boreal] y se retiraron las restricciones para todos los demás; podías ver a familiares y amigos comenzando a volver a la vida real, y yo todavía seguía teniendo estos resultados positivos".
Recaída con síntomas
Ian comenzó a enfermarse nuevamente después de los tres meses.
Se le presentaron fatiga, dolores de cabeza, insomnio y una opresión en el pecho, luchaba por concentrarse y cada tres o cuatro semanas se le acumulaba una mucosidad pegajosa en los pulmones.
Los síntomas nunca fueron suficientes para necesitar tratamiento hospitalario, pero estaba claro que su cuerpo no se estaba deshaciendo fácilmente del coronavirus.
"Me preocupaba seguir empeorando y empeorando y nunca poder deshacerme de esto", afirma.
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