El paciente llegó en estado crítico, con shock, fiebre, hipotensión y el signo de Grey Turner indicador de hemorragia retroperitoneal, evolucionando rápidamente a insuficiencia respiratoria y falla multiorgánica en menos de 24 horas pese a manejo intensivo máximo.

Un hombre de 38 años fue derivado a la sala de emergencias por náuseas y un dolor epigástrico intenso que se irradiaba hacia la espalda. El paciente había sido dado de alta una semana antes tras una hospitalización por neumonía por COVID-19 con compromiso pulmonar severo, durante la cual había recibido tratamiento estándar con remdesivir y dexametasona.
Tras una recuperación inicial aparentemente exitosa y un alta hospitalaria sin complicaciones, desarrolló de forma abrupta este nuevo cuadro de dolor abdominal.
Al examen físico, el paciente presentaba signos de infección y deshidratación, con fiebre, taquicardia y presión arterial baja.
En el abdomen se observaba distensión, dolor generalizado a la palpación y un área de equimosis (moretón) en el flanco izquierdo, conocido como signo de Grey Turner, que sugiere hemorragia retroperitoneal.
Los hallazgos de laboratorio mostraron una elevación marcada de las enzimas pancreáticas, y una ecografía abdominal inicial sugirió una pancreatitis severa con áreas de posible necrosis.
Para confirmar el diagnóstico y evaluar la extensión del daño, se realizó una tomografía computarizada abdominal con protocolo pancreático.
Las imágenes revelaron una pancreatitis necrosante aguda severa, con más del 30% del tejido pancreático afectado por necrosis y acumulación de líquido inflamatorio en los espacios circundantes.
Inmediatamente se inició un manejo agresivo con fluidoterapia intravenosa intensiva y antibioticoterapia de amplio espectro.
Sin embargo, la condición del paciente se deterioró rápidamente; desarrolló un estado de shock, alteración del nivel de conciencia e insuficiencia respiratoria que requirió ventilación mecánica.
Debido a su estado crítico e inestable, no fue candidato para una intervención quirúrgica destinada a remover el tejido necrótico. A pesar del soporte vital máximo, el paciente falleció al día siguiente.
La pancreatitis aguda es una inflamación severa del páncreas que se caracteriza típicamente por dolor abdominal superior, náuseas y elevación de las enzimas pancreáticas en sangre. En este caso, se descartaron las causas comunes, como el alcohol, los cálculos biliares, los fármacos o los trastornos metabólicos, lo que llevó a considerar la reciente infección por SARS-CoV-2 como el desencadenante más probable.
La fisiopatología que conecta el COVID-19 con la pancreatitis es un área de investigación activa. Se han propuesto varios mecanismos. El primero es el daño directo por el virus, ya que se ha identificado que las proteínas del SARS-CoV-2 pueden infectar células tanto exocrinas como endocrinas del páncreas.
El segundo mecanismo es indirecto, a través de la tormenta de citocinas y el síndrome de disfunción multiorgánica que caracteriza a los casos graves de COVID-19. Esta respuesta inflamatoria sistémica masiva puede provocar daño microvascular, activación de la cascada de coagulación (evidenciada por niveles altos de dímero D) y estrés metabólico, que en conjunto pueden desencadenar o exacerbar una pancreatitis.
La gravedad de una pancreatitis aguda se evalúa con sistemas de puntuación como los criterios de Ranson, que combinan hallazgos clínicos y de laboratorio. En este paciente, la presencia de cinco de estos criterios pronosticaba una pancreatitis grave con alto riesgo de mortalidad.
La tomografía computarizada es fundamental no solo para el diagnóstico, sino también para estadificar la enfermedad; las imágenes de este paciente mostraron el grado más severo, con múltiples colecciones de líquido.
El manejo de la pancreatitis necrosante es un desafío complejo. Se basa fundamentalmente en soporte intensivo: hidratación agresiva para mantener la perfusión de los órganos, manejo del dolor, soporte nutricional y tratamiento de las complicaciones infecciosas.
La intervención quirúrgica o por drenaje percutáneo para la necrosis infectada suele ser necesaria, pero solo una vez que el paciente está estabilizado hemodinámicamente, una condición que este paciente, en shock irreversible, nunca alcanzó.
Este caso ilustra una complicación gastrointestinal severa y potencialmente fatal de la infección por COVID-19. Subraya la importancia de considerar la pancreatitis en pacientes recuperados de COVID-19 que presentan dolor abdominal agudo, incluso en ausencia de los factores de riesgo tradicionales.
Además, resalta la naturaleza sistémica y caprichosa del SARS-CoV-2, cuyo impacto puede extenderse mucho más allá del sistema respiratorio, desencadenando cascadas inflamatorias y trombóticas que comprometen múltiples órganos. Para la comunidad médica, este reporte refuerza la necesidad de vigilancia clínica estrecha y un abordaje multidisciplinario agresivo en el manejo de estas complicaciones pos-COVID de presentación atípica y curso fulminante.