La fisiopatología se relaciona con la alta retención orofaríngea del medicamento y su posterior deglución. Hasta un 70% del corticosteroide puede depositarse y ser ingerido, exponiendo el esófago a los efectos inmunosupresores del fármaco y favoreciendo la proliferación de Candida.

Un hombre de 67 años acudió al hospital por una exacerbación grave de su asma, caracterizada por opresión torácica, tos productiva y sibilancias, que no cedió a su tratamiento habitual.
Este consistía en una combinación de propionato de fluticasona inhalado (FP) y salmeterol, un broncodilatador. Durante la consulta, reveló que llevaba tres años autogestionando su enfermedad sin supervisión médica, utilizando su medicación de mantenimiento también como rescate, con un consumo promedio de dos inhaladores mensuales.
Tras cada inhalación, el paciente realizaba un enjuague bucal, pero tragaba el agua, una técnica incorrecta que resultaría ser significativa.
Además de sus síntomas respiratorios, el paciente había desarrollado ronquera intermitente dos años atrás, la cual se había vuelto persistente en los últimos seis meses, acompañada recientemente de dolor epigástrico y pirosis. Negó otros síntomas como dificultad para tragar o pérdida de peso.
La exploración física reveló sibilancias difusas, pero sin lesiones orales. Los estudios de imagen mostraron un engrosamiento de la pared bronquial, y los análisis de sangre indicaron una marcada inflamación.
Aunque la exacerbación asmática mejoró rápidamente con el tratamiento hospitalario, los síntomas gástricos y la ronquera persistieron. Esta falta de mejoría motivó la realización de una endoscopia digestiva alta. El procedimiento reveló un hallazgo determinante: placas blanquecinas en la orofaringe y una candidiasis esofágica diseminada, con alteraciones asociadas en las cuerdas vocales que explicaban la ronquera crónica.
El análisis histopatológico de las muestras confirmó la presencia de hongos del género Candida.
Los corticosteroides inhalados son la base del tratamiento controlador del asma; sin embargo, su uso prolongado o inadebado conlleva riesgos.
La fluticasona posee una alta lipofilicidad y potencia, lo que le permite una retención prolongada en la mucosa. Hasta un 70% de la dosis inhalada se deposita en la orofaringe y es deglutida, exponiendo al esófago a los efectos del corticoide y predisponiendo a la proliferación fúngica.
En este caso (Miqdadi et al., 2025), el riesgo se vio agravado de forma crítica por la técnica incorrecta de enjuague, ya que al tragar el agua, el paciente redistribuyó y concentró el medicamento a lo largo del tracto digestivo superior.
La candidiasis esofágica sintomática es una complicación infrecuente en pacientes inmunocompetentes, lo que convierte a este caso en un ejemplo de especial relevancia clínica.
El paciente fue tratado con un ciclo prolongado de fluconazol, un antifúngico oral. La evolución fue favorable, con una remisión progresiva completa de la ronquera y las molestias gastrointestinales a lo largo de las tres semanas siguientes.
Este caso subraya que la candidiasis esofágica debe considerarse una complicación potencial, aunque poco frecuente, del uso de corticosteroides inhalados, incluso en personas sin compromiso inmunológico. La educación al paciente emerge como un pilar fundamental en la prevención.
Es imperativo instruir claramente sobre la técnica de inhalación y enfatizar la necesidad de enjuagar la boca y escupir el agua, sin tragarla. Para los médicos, este caso sirve de alerta sobre la importancia de investigar síntomas atípicos como la ronquera persistente o el reflujo refractario en estos pacientes, considerando la endoscopia como una herramienta diagnóstica clave cuando está indicada.