Esto demuestra la importancia de reconocer cuadros clínicos indicativos de una condición cuando no se tienen todas las herramientas necesarias.
El 20 de septiembre de 2017, el huracán María (HM) pasó por Puerto Rico (PR), dejando destrucción en toda la isla. El huracán afectó la isla de muchas maneras, dejando los residentes sin servicio de agua y energía eléctrica. Además, los fuertes vientos e inundaciones dañaron casas y las carreteras colapsaron. Esto impactó directamente el acceso a la atención médica, ya que los proveedores de salud se vieron afectados.
En ese momento, la isla contaba con cerca de 156 neurólogos y 69 hospitales, la mayoría de los cuales no contaban con energía eléctrica o estuvieron inhabitables durante meses después del paso del huracán. Como resultado, los pacientes con Esclerosis Múltiple (EM) en PR tuvieron que lidiar con la falta de hospitales completamente funcionales, consultorios médicos, acceso a medicamentos, pruebas y procedimientos especializados (Resonancia Magnética).
Como territorio de los Estados Unidos, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias ayudó a Puerto Rico enviando funcionarios para contribuir de diversas maneras, como rescatar los residentes cuyas casas se habían derrumbado, hacer que las carreteras fueran accesibles y reconstruir la red eléctrica. Además, la Marina de los Estados Unidos desplegó un buque hospital. El USNS Comfort llegó a PR el 3 de octubre de 2017. Solo diez hospitales locales (de 69) tenían acceso a la red eléctrica. Atendieron un total de 1,915 pacientes, de los cuales 1,625 fueron ambulatorios.
Uno de esos pacientes era una mujer puertorriqueña de 41 años que presentó visión doble, oftalmoplejía internuclear, ataxia y fatiga dos semanas antes del HM, que empeoró inmediatamente después del evento. Tuvo un episodio de hemiparestesia a los 20 años, pero fue asociado a estrés y se desestimó. La paciente fue a un hospital local, pero solo fue referida a un neurólogo y dada de alta. Decidió embarcarse en el USNS Comfort (USNSC) debido a la falta de disponibilidad de citas médicas con neurólogos en la isla. El neurólogo a bordo sospechó EM debido a su historial de síntomas, pero no se disponía de instalaciones de resonancia magnética funcionales para confirmar el diagnóstico. A la paciente se le administró metilprednisolona y sus síntomas mejoraron. El médico recomendó fingolimod como tratamiento, pero no estaba disponible debido a la escasez de recursos y tratamientos para la EM. Finalmente, el paciente pudo adquirir el medicamento e iniciar el tratamiento. El médico aconsejó un seguimiento con un neurólogo local para evaluación e imágenes de resonancia magnética del cerebro. Cinco meses después del huracán, la resonancia magnética mostró un cerebro con lesiones características y consistentes con el diagnóstico de esclerosis múltiple. Las imágenes detectaron lesiones periventriculares de materia blanca, algunas lesiones yuxtacorticales, una lesión en el cuerpo calloso y un agujero negro en la materia blanca periatrial. Sin embargo, ninguna de las lesiones se encontraba activa.
Este diagnóstico fue realizado sin la accesibilidad de imágenes de resonancia magnética utilizando solo el historial médico, síntomas y examen neurológico. Esto demuestra la importancia de reconocer cuadros clínicos indicativos de una condición cuando no se tienen todas las herramientas necesarias o que comúnmente son utilizadas para realizar un diagnóstico. Adicional a esto, es importante detectar estos síntomas a tiempo. Este paciente tuvo un lapso de 20 años desde su primera recaída donde mostró síntomas de EM y no fue diagnosticada al comienzo de su condición, sino cuando hubo progreso. Realizar un diagnóstico en etapas tempranas de esta condición es indispensable, ya que puede prevenir la progresión y por ende, mejorar la calidad de vida del paciente.