El diálogo con el especialista puede hacer la verdadera diferencia en el tratamiento de la condición.
La artritis reumatoide es una condición asociada con inflamación persistente. Esta inflamación ocurre con mayor intensidad en las articulaciones, pero puede causar daño a otras partes del cuerpo.
A nivel de las articulaciones, la inflamación sostenida causa destrucción tanto en el cartílago, como en el hueso, y puede dañar también las otras estructuras cercanas a la articulación, como lo son los tendones y ligamentos. En algunas ocasiones los pacientes pueden desarrollar complicaciones que afecten otras áreas del cuerpo como los ojos, pulmones, riñón, piel, sangre e incluso el sistema nervioso.
No todos los pacientes experimentan daños severos, ya que la enfermedad puede tener manifestaciones leves. Es importante cumplir con el tratamiento farmacológico para disminuir y en algunos casos detener el progreso del daño a la articulación y evitar las otras complicaciones que pueden ocurrir.
Existen muchos tratamientos disponibles para manejar la AR y controlar la enfermedad. Estas terapias incluyen desde los medicamentos convencionales como metrotexato, sulfasalazine (azulfidine), Hydroxycloroquinina (plaquenil ) , Azatioprina (Imuran). Estos se conocen como medicamentos sintéticos modificadores de enfermedad y son usualmente la primera línea de tratamiento.
Existen además los medicamentos biológicos que bloquean substancias llamadas citoquinas y finalmente, los que bloquean enzimas que promueven inflamación al afectar el sistema inmunológico.
Cada uno de estos medicamentos tiene sus posibles riesgos y potenciales efectos secundarios. Se comenta constantemente sobre los riesgos y los efectos secundarios, pero en algunas ocasiones se pierde de vista la baja frecuencia con la que pueden experimentarse estos problemas versus el riesgo de sufrir daño permanente en las articulaciones.
Hay formas de disminuir los riesgos asociados con el uso de medicamentos. La más importante es tener un reumatólogo que supervise su tratamiento, escoja el medicamento apropiado para su cuidado y vigile cuidadosamente sus laboratorios y su estado de salud general.
Los pacientes pueden pensar que no hay nada que ellos puedan hacer para ayudarse con el manejo de la AR, pero ese no es el caso. Hay cambios de estilo de vida que pueden hacer un gran impacto en los síntomas: dejar de fumar, perder peso, ejercitarse, alimentarse de manera saludable, manejar la ansiedad y la depresión, promover un descanso apropiado, bajar los niveles de estrés, buscar ayuda y tener un buen sistema de apoyo en el hogar.
El tabaquismo, por ejemplo, es un hábito que es modificable. Fumar es una conducta que agrava la artritis y predispone a complicaciones serias, aumenta el riesgo de sufrir efectos secundarios por algunos de los medicamentos para manejar la AR y por último aumenta el riesgo de sufrir enfermedad cardíaca.
El sobrepeso hace que las articulaciones que sostienen su peso, como cadera, rodilla, tobillo y las articulaciones pequeñas de los pies, sufran más dolor.
La falta de actividad física aumenta la experiencia de cansancio o fatiga física que comúnmente se asocia con la AR. La falta de sueño reparador puede causar más cansancio y menos tolerancia al dolor.
Por lo anterior, modificando estos elementos de su estilo de vida, usted puede sentirse mejor y éste alivio sería una ayuda más allá de la que le ofrecen los medicamentos.
Existen varios estudios que han demostrado el beneficio del ejercicio para pacientes con AR. La mejor evidencia existe para ejercicio aeróbico de bajo impacto, ejercicios de movimiento articular y ejercicio de fortalecimiento.
El ejercicio cardiovascular ayuda a aumentar la oxigenación en los tejidos, le dará más energía, podrá dormir mejor. Los ejercicios de movimiento de las articulaciones le ayudan a preservar mejor movilidad y flexibilidad en las articulaciones.
Los ejercicios de resistencia le ayudarán a recuperar y mantener fortaleza muscular.
Ejemplos de los ejercicios aeróbicos son: caminar, bicicleta estacionaria y ejercicios acuáticos, entre otros. Con respecto a los ejercicios de fortalecimiento y movilidad de las articulaciones, es aconsejable que se visite a un fisiatra o un terapeuta físico para ser educado en las técnicas correctas y las modificaciones necesarias, de manera que pueda ejercitarse efectivamente sin lastimarse.
Las modalidades de yoga y Tai chi también pueden ser beneficiosas, particularmente para mejorar flexibilidad y fortaleza muscular.
Debe consultar con su reumatólogo antes de comenzar un programa de ejercicios. Es importante que su enfermedad esté razonablemente controlada y que se diseñe un programa personalizado. Es posible experimentar más dolor al comenzar una rutina de ejercicio, esto debe mejorar con el tiempo. Si su dolor no mejora después de dos semanas, consulte a su médico.
Toda rutina de ejercicio debe incluir un periodo de calentamiento y estiramiento. Es importante hidratarse antes, durante y después de ejercitarse.
Los pacientes inmunosuprimidos por uso de medicamentos no deben recibir vacunas vivas. Algunos ejemplos de vacunas vivas son Herpes Zoster (culebrilla), vacuna nasal de influenza y vacuna de polio. Sin embargo, las vacunas inyectables de influenza y neumococo son apropiadas y necesarias en pacientes de AR que reciben terapias que los predisponen a un mayor riesgo de infecciones.
Según las guías establecidas por el “American College of Rheumatology” (ACR) y el “Centro de Control de Enfermedades “(CDC) estas son las recomendaciones para las vacunas de influenza y neumococo:
La vacuna de influenza inyectable debe ser administrada a todos los pacientes de AR que están o serán tratados con inmunosupresores, independientemente de cuándo comenzará o comenzó su tratamiento a menos que tenga alguna contraindicación.
La vacuna de neumococo debe ser administrada a todos los pacientes de AR que están o serán tratados con inmunosupresores y deben ser vacunados nuevamente después de 5 años de su última vacuna de neumococo.
La vacuna de Hepatitis B debe ser administrada a los pacientes que van a utilizar metrotexato, leflunomide o algún biológico si tienen factores de riesgos. Entre los factores de riesgos se incluye historial de múltiples parejas sexuales en los últimos 6 meses previos al tratamiento, contacto con personas que padecen Hepatitis B, uso de drogas intravenosas o pacientes que trabajen en áreas relacionadas con la salud.